lunes, 23 de diciembre de 2013

Es Diciembre besándonos los huesos.

Sumergidos, sentados con las piernas cruzadas en el fondo de la piscina; agua fría pues aun es Diciembre y ves como baila la falda de mi vestido blanco de tirantes mientras en la superficie las hojas de los árboles arrancadas por el viento flotan y forman un cielo de sombras y luces atravesando esos colores invernales... entonces me pongo en pie aun en el fondo frente a ti y mi pelo y mi ropa se mueven al mismo compás, bailan, bailan al son de tus ideas; yo extiendo los brazos como un ángel muerto de frío que mantiene la estúpida esperanza de volar aun con sus alas empapadas, calada hasta los huesos más pequeños de mi esqueleto... entonces, mis labios se separan y comienzo a hablarte mientras tú pestañeas lento, y aun sentado en el suelo acaricias con la punta de tus dedos los huecos que quedan entre los azulejos...

Que terrible sería que la mejor historia, la mejor vida, únicamente sea el borrador de una buena novela guardada en el último cajón del mundo, dónde nunca mira nadie, donde nadie nos encontrará jamás porque tú me pediste que te llevase lejos, lejos del mundo y de sus gritos de angustia y desesperación y te convertí en el mejor escritor, en el mejor pintor, músico, artista... al fin y al cabo te rescaté de ti y pase a ser tu mejor novela, el mejor boceto de tu mejor cuadro, tu mejor canción... pase a ser el arte de tu arte y cuando me conociste por completo y dejé de ser secreto e intriga, cuando mis ojos ya brillaban solos con tu luz y los trazos de mi cuerpo ya los habías marcado suficiente por tus pinceles y acuarelas, viertes sobre el lienzo el vaso en el que aclaras tus pinturas y sobre mis mejillas se derraman un millón de gotas negras, me destiñen las pestañas de los ojos, será el dolor... será; o será que te has aburrido de mi y ya no soy tan perfecta como cuando me mentías.

Y mientras acaricias con la punta de tus dedos los huecos que quedan entre los azulejos te lanzo un beso con mi mano desde mis labios, cierro los párpados y una lágrima que escapa de mis ojos hace rebosar y desbordarse esta piscina llena de agua fría, este frío que nos hiela y caigo al suelo muerta, tan muerta como el tiempo cuando mi pequeño reloj golpea contra el suelo y tú sigues sentado en el mismo lugar del mismo suelo en el que yazco mirándome, mirando como por inercia se cierran las palmas de mis manos, como se caen las plumas de mis alas y quizá para ti sigo viva porque siempre me miraste con los ojos con los que se mira un cadáver, o quizá tenías razón y jamás estuve ni tan viva, ni tan muerta.