domingo, 4 de noviembre de 2012

Mis palabras son vapor de cristal.

Yo, que escapé del ajetreo, del bullicio, de los cuentos de principes y de los terremotos emocionales de una solitaria pareja con los labios cosidos, solo buscaba una puerta al cielo, o a un pedazo de los sueños de un escritor sumergido en delirios, seguir un camino de hojas secas hacia el sol, aquel sol de tarde que me ayuda a recordarle, fue como el fragmento de un film abstacto en el que nadie sabe muy bien que decir, ni que callar, sin luces que apagar para esta autómata maníaca establecida en el incencio de la lluvia, gritando bajo tu ventana, y cantando esas canciones que nadie escucha.

Pero hoy no.

Alli estaba yo, descalza sobre el mundo y mirando la tormenta acercarse, boquiabierta deje caer la botella, deje caer las palabras, deje caer la esperanza, deje que me empujaras, por mucho que me cojas de los hombros y me zarandees, por mucho que me grites no voy a despertar de este sopor, porque la tormenta me ha atrapado en su infinito horizonte, en el bucle implacable de las estrellas, bailando con los brazos abiertos rozando con los dedos el mar y el cielo.

Pero hoy no.

He mirado a tus ojos y he sonreido, y he visto el sol de tarde reflejado en tu pupila y he sentido que bailabamos con la tormenta, he mirado a tus ojos y hemos abierto todas las puertas, hemos apagado todas las luces y hemos despertado entre constelaciones...

Pero hoy... hoy no.

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