jueves, 29 de octubre de 2015

Habitáculo

Es una mañana fría de Diciembre y yo aún no he dormido, he pasado la noche con los ojos abiertos, mirando el techo, la ventana, moviendo mis pupilas en círculos. Escuchándote respirar. Él está junto a mi, siempre lo está a pesar de que yo no soy de aquí y de que por más que lo pretenda, nunca lo seré. Música en la cocina, invierno y leche humeante empañando la ventana junto a la que dejo caer la taza. Me maquillo en el suelo y en mi lienzo tallo dos ojos negros metálicos que brillan con los destellos y unos labios desnudos, rajados, pálidos y casi muertos. Agonizan las hojas descoloridas por mantenerse en las quebradas ramas de los árboles y él y yo sólo bailamos. Descalzos, bailamos. 

Mírale, hablando y moviéndose en su sociedad, él y sus amigos. Química y felicidad de plástico, sonríen y se ríen, se drogan y suben el volumen de la música, juegan a ser felices y yo camino hacia atrás, me alejo de la puerta, de la habitación. Cierro los ojos. Los abro de nuevo y veo el calor de mi cuerpo salir de mi, el humo, el vaho... llámalo como quieras, pero son las tantas de la mañana y aún estoy despierta, en mitad del paisaje, caminando si saber a dónde. Campos de trigo y lavanda, el cielo es como la espuma de un vino rosado mezclada con la espuma del mar a oscuras, veo destellos del sol tras las montañas nevadas, miro a mi alrededor... él no está, soy yo y mi vestido de noche, tacones en mano, pasos lentos... siento la tierra entre los dedos, huele a lluvia, siento el viento mover me pelo y me dejo balancear hasta que caigo y mi cabeza toca el suelo.

Entonces siento como que despierto y que abro los ojos de nuevo, nieve, una alfombra fría y blanca hasta donde alcanzo a ver, el cielo está despejado, azul y vivo, estoy casi desnuda y cuando no creo lo que veo me abrazo las rodillas, respiro, pestañeo... sigue ahí, una alfombra de nieve blanca que brilla como si fuesen diamantes diminutos, es cuando intento cogerla con mis manos cuando se convierte en agua, no puedo sentir el suelo bajo mis pies. Estoy flotando a la deriva en mitad del océano, acepto que nada de aquello fue real, me tumbo en su superficie y sólo veo cielo, nublado, la tormenta comienza a cubrirme, comienza a precipitar y yo me hundo con los ojos aún abiertos, y veo la distorsión de los relámpagos bajo el agua...

Creo que he muerto. Pero estoy equivocada. Entonces despierto y veo el techo y la ventana, él sigue conmigo. Aún asustada le contemplo, sus ojos, su cara, su cuerpo... dibujo su contorno con mis dedos, siento su respiración, sus sueños... Prefiero sentir sus sueños.

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