lunes, 7 de diciembre de 2015

Arcade

Sólo se oyen los relojes si hasta el silencio ensordecedor retumba en mi cabeza, no existe miedo en mi rincón, no existe el odio ni el amor, no existe la televisión y así nadie habla de guerra. El aire de afuera es polvo y humo de fábricas, la ciudad está nublada por una nube negra que no deja ver nuestra mejor estrella. Ya no hablas de ti, de mi, de tu familia, de ella... ya no hablas porque no te quedan palabras sólo ruidos. En mi cabeza viven dos personas. Sólo gritan.

Un cigarro no te va a matar, vivir si te va a acortar la vida. Esto siempre será sí, la soledad es una voz que susurra desde tu hombro derecho un 'mira que vacío está esto', la agonía sólo se siente con el agua al cuello y sin poder tocar el suelo. No hago pie en esta sociedad y me hundo hacia el fondo. 

Tú lo tienes fácil. ¿No te gusta que sea tan triste?, no leas lo que escribo. Esto simplemente es una ventana, yo no pretendo sacar un libro y sentirme interesante, soy luz blanca en fotografías Polaroid y sombra gris en tus paredes.

El sexo es la representación dramatizada de una obra teatral llamada amor, el amor es una droga vacía, una pastilla rosa que te hace sentir una princesa con vestido de seda cuando en realidad eres un mosaico de azulejo rayado sentada en la bañera, sintiendo el agua caer por tus grietas. Me desespero. Esa necesidad de sentirse alguien, alguna cosa, un bonito objeto al que mirar... no admirar. Buscando el aplauso fácil, la risa desenfadada y las palmadas en la espalda...

Yo sostengo el vaso con un dedo y me pregunto si ser o no ser será de verdad la cuestión, si puedo ponerme la mejor máscara y sonreírte yo también mientras mis arterias se desangran. Cae el vaso. Siempre cae el vaso y se rompe en mil pedazos, caigo yo que soy azulejo desgastado y me quiebro. 



Todo esto es una mierda.




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