sábado, 6 de abril de 2013

Pétalos flotando

Veo cómo caen los días, arrastran a mis noches, oscurecen el delicado destello de los edificios de gran altura, los rascacielos de la ciudad de la que nadie habla, todos la conocen, tú la ignoras, yo estoy enamorada de su cielo, de las tardes, del sol rozando los ladrillos, las ventanas y los toldos de los bloques de los barrios, de los mundos más urbanos, lo precioso de lo pobre, la belleza de lo triste, dónde tú ves ruinas yo describo antiguas joyas arquitectónicas, palacios derretidos, paraísos putrefactos, olvidados pero aún vivos; permanece en mi recuerdo, reanimando la emoción del mundo derribado que dejé a mi espalda,  no volver a hablar de ella no implica que no exista, no llorar no implica que no duela, que no me parta el alma, el corazón, la cara... una lágrima rozando los límites de mi rostro en el letargo, el sopor que siento al leer en la pared la proyección de tus palabras blancas sobre un fondo negro, el humo del cigarro descubre el haz de luz, el reflejo fantasma de una sonrisa en el final de mi pupila, brilla; el brillo de dos ojos llorosos, la arena de desiertos, la más dulce miel de un iris derritiéndose en cristalina agua de lluvia.

Cerré los ojos, dejé caer mis párpados, un movimiento lento apagó el universo, un pequeño telón para escenario tan inmenso; decía; yo callaba y escuchaba asintiendo con la frialdad del invierno, los labios cosidos, los ojos bien abiertos y no perdí detalle de sus gestos, los párrafos de versos inacabados... poeta mío, ¿aún sigues triste por mi ausencia?, no huí de ti, huí del mundo, las musas somos así.... siento cómo mi corazón cae tropezando con mis costillas, con los barrotes de su jaula...

Querido, déjame oscurecer mi sombra de ojos, enrojecer mis labios con el carmín con el que dibujé corazones en todos tus espejos, calzar mis tacones, ajustar las medias al contorno de mis piernas... déjame ser perfecta; sólo sonará el eco de mis pasos durante el camino, la estación a medianoche, el vapor del tren, la luna es tan hermosa, ¿no crees, querido?, ¿no lo ves?, quizá te ciega el dolor y no puedes mirar a las estrellas... tú, dueño del firmamento e incapaz de ver en mi más allá de nubes negras, nubes de tormenta...

Te vas. Me voy. Uno de los dos es quién se aleja tras el cristal del vagón, eres tú, jamás sería yo... yo me pierdo en tu horizonte, estática al borde del andén... la niebla me envolvió, atrapó mi cuerpo con su dulce y frío tacto... con cariño y delicadeza me desvanecí sobre las rosas, soy... el rocío de tus mañanas.


miércoles, 3 de abril de 2013

La polaridad de los labios.

Los últimos días, dulces, amargos, fríos... salpicando mis tobillos por los pasos en los charcos, agua sucia y mis tacones mojados. El tren no se despidió; te di la espalda y mientras el mundo soñaba yo me alejaba hacia el ocaso, hacia el horizonte, sin norte ni mapas, sin ti, sin mi, sin absolutamente nada.

Estoy temblando y disimulo, no soy valiente y lo aparento, te digo "ya nada puede asustarme" y retrocedo unos pasos, te tomo de la mano y cierro los ojos. Miento. ¿Y tú?, mientes, más que yo incluso, me quieres más que a nada en este mundo y por nada darías menos que por mi.

El final del túnel era una luz blanca, ni fría ni cálida, un final alternativo a una función inacabada, lo aburrido de la pasión y lo apasionante de lo monótono, los gritos llenando el vacío del silencio, las gotas rompiendo en el fondo de mi hastío, las gotas de la lluvia... mi amor perdido en laberintos de rosales marchitos, pétalos mustios, rotos, rajados como la piel de los labios, heridos por el tiempo y en busca de saliva tratando de curarlos, tratando de ver de nuevo tu rostro en mi memoria pero ya no te recuerdo, ¿te habré olvidado?, puede; no obtuve respuestas, nadie encontró mis preguntas, no hallé solución a mis problemas, más allá de lo que tú llamabas dudas, ahora mismo son dilemas encerrados en las jaulas de los pájaros, se escapan de mi mente, sobrevuelan mi cabeza; huyen, de mi; huyen... del gélido viento de Enero que nos enfría los huesos esperando a ver en nubes lo que no ves en mis ojos, o en los tuyos si te miro, si soy yo la espectadora de este absurdo sueño, de está ensoñación en blanco, en un constante estado inanimado y estático y siento, como se detiene el tiempo, y siento como el mundo nos pone la soga al cuello y nos deja colgando del árbol más alto, la agonía de suicida inmortal; otro fallido intento, otra vuelta al papel, volver a intentar dibujar de nuevo con la punta de los dedos, con las lágrimas cayendo... arrastrando... la pintura de mis ojos, dibujando... la perpetua silueta de las ramas que desnudas han quedado del invierno en contraste con el cielo, el reflejo que en tus ojos me descubre el horizonte que he dejado a mi espalda.
Sonrío si te miro, querida, cuando miro en el espejo... sonrío si me miro, pero ya hace tiempo que no sonrío, porque hace tiempo que te miro, querida y aunque miro no te veo.