domingo, 10 de mayo de 2015

Human

La música me marea, he caído abatida en la arena con siete impactos en mi espalda, cada uno por los días de la semana, mis pupilas se dilatan y mis ideas saltan sobre mi cabeza.

Vomito esperanza, vómito, esperanza... pastillas rosas, blancas, azules, naranjas... araño mis piernas, dibujas mi espalda en mi espalda, dibujas las alas que busco y me faltan. 

Sitúas la luna y las estrellas en mi cielo gris de octubre.
Arranchas el coche. Tu último coche, mi último viaje.

Tras el brillo de tus ojos se esconde ese miedo a nada, esas ansias de vivir desesperadas de las que carezco y me derrito con el frío, pasa el tiempo lento, me ahogo en el desierto, me muero, tú no te das cuenta pero yo me estoy muriendo.

Mientras todos esos humanos saltaban, sudaban, gritaban, bailaban y el humo conquistaba tus pulmones, las luces de colores atrapaban tu atención, mientras tanto yo estaba sentada abrazada a mis rodillas mientras la ansiedad me ahorcaba.

Porque no hubo momento más feliz entonces que cuando drogué mi cuerpo hasta sentir que me moría.

Tú no estuviste. No viniste a rescatarme.

Ahora tu visita se reduce a este fúnebre encuentro. Estás hablando con mi cuerpo. No hay beso capaz de despertarme de este sueño. Tampoco quiero. Si decidí no despedirme es porque no soporto ver como te alejas y contigo todo desaparece. Prefiero ser yo quien se desvanezca sobre este manto de pétalos rojos, suéñame caminando por el campo, entre lavanda o trigo, con un sol de tarde iluminando mi rostro y mi pelo mecido por el viento, vistiendo un vestido blanco, mostrándote cómo bailo, cómo cierro los ojos y extiendo los brazos... cómo tú quisiste verme, feliz y llena de vida, recuérdame tan inmortal cómo inmortales son los recuerdos.




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