lunes, 23 de diciembre de 2013

Es Diciembre besándonos los huesos.

Sumergidos, sentados con las piernas cruzadas en el fondo de la piscina; agua fría pues aun es Diciembre y ves como baila la falda de mi vestido blanco de tirantes mientras en la superficie las hojas de los árboles arrancadas por el viento flotan y forman un cielo de sombras y luces atravesando esos colores invernales... entonces me pongo en pie aun en el fondo frente a ti y mi pelo y mi ropa se mueven al mismo compás, bailan, bailan al son de tus ideas; yo extiendo los brazos como un ángel muerto de frío que mantiene la estúpida esperanza de volar aun con sus alas empapadas, calada hasta los huesos más pequeños de mi esqueleto... entonces, mis labios se separan y comienzo a hablarte mientras tú pestañeas lento, y aun sentado en el suelo acaricias con la punta de tus dedos los huecos que quedan entre los azulejos...

Que terrible sería que la mejor historia, la mejor vida, únicamente sea el borrador de una buena novela guardada en el último cajón del mundo, dónde nunca mira nadie, donde nadie nos encontrará jamás porque tú me pediste que te llevase lejos, lejos del mundo y de sus gritos de angustia y desesperación y te convertí en el mejor escritor, en el mejor pintor, músico, artista... al fin y al cabo te rescaté de ti y pase a ser tu mejor novela, el mejor boceto de tu mejor cuadro, tu mejor canción... pase a ser el arte de tu arte y cuando me conociste por completo y dejé de ser secreto e intriga, cuando mis ojos ya brillaban solos con tu luz y los trazos de mi cuerpo ya los habías marcado suficiente por tus pinceles y acuarelas, viertes sobre el lienzo el vaso en el que aclaras tus pinturas y sobre mis mejillas se derraman un millón de gotas negras, me destiñen las pestañas de los ojos, será el dolor... será; o será que te has aburrido de mi y ya no soy tan perfecta como cuando me mentías.

Y mientras acaricias con la punta de tus dedos los huecos que quedan entre los azulejos te lanzo un beso con mi mano desde mis labios, cierro los párpados y una lágrima que escapa de mis ojos hace rebosar y desbordarse esta piscina llena de agua fría, este frío que nos hiela y caigo al suelo muerta, tan muerta como el tiempo cuando mi pequeño reloj golpea contra el suelo y tú sigues sentado en el mismo lugar del mismo suelo en el que yazco mirándome, mirando como por inercia se cierran las palmas de mis manos, como se caen las plumas de mis alas y quizá para ti sigo viva porque siempre me miraste con los ojos con los que se mira un cadáver, o quizá tenías razón y jamás estuve ni tan viva, ni tan muerta.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Bruma de un cigarro sobre el mar de mi bañera.

Hablas de ella, ella, ella... si ella soy yo porque "ella" lleva mi nombre, mi rostro y mis lunares; llegándote a preocupar por la obsesión tuya, esa, de volver a tener mi pelo enredándose en tu cuello y mis uñas clavadas en tu espalda; y viste paredes llenas de pantallas apiladas emitiendo mis labios recitando la misma canción, unos labios inconfundibles, intocables de un rojo tan intenso que quema la retina si miras dentro de esta fabrica de besos abandonada a su suerte y no dejé de aparecer en tus sueños más profundos vestida con las estrellas diminutas que mirábamos tumbados en la calzada a las cinco de la mañana borrachos de ilusiones y esperanzas, vestida de constelaciones y a pasos lentos sobre un tigre de bengala blanco lanzo todas mis miradas pero sólo me ves tú, y me desnudas con la yema de tus dedos, casi, sin tocarme ni siquiera rozar la porción más pequeña de mi piel, porque sabes que soy hilos de seda enredados y ardes en deseos de deshacer los nudos que conforman este cuerpo invertebrado de huesos, siendo, única y exclusivamente estructuras de cristal y hielo los pilares de mi sueño inconformista e ideal, donde alfombras de alambres de espino son "el camino fácil", ese que tanto deseas.

Admirando como las rosas se abren, pasando la lengua por sus espinas, sin dormir, sin sueño y con insomnio, remarcando estas ojeras de cadáver que visto desde que miro sin parar como los pétalos marchitan y precipitan y lloro porque no puedo hacer nada por parar el tiempo, resucitar las flores que ya han muerto y lloro porque no puedo hacer nada por parar el tiempo, y resucitar los colores porque ya ha llegado el invierno.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Estado de ingravidez

Fue aquel instante en el que insonoricé mis latidos con un estruendo inmenso, constante... y me vi, mirándome a través de los cristales, ventanas de vidrio tintadas que tapian el espacio entre mis costillas como un edificio de siete pisos frío, diáfano, de paredes descorchadas y arañadas, pintadas con las pupilas de los ojos de quienes clavaban en mi sus miradas; el imposible, la inmensidad y la desesperación de verme sentada en el fondo de mi cárcel, este dolor visceral, esta agonía, súplicas a mi cielo de ideas y sueños, trepando por mi vida por intentar alcanzar ese horizonte vertical, un intento por inercia en el que vuelvo a resbalar por culpa de estos zapatos de cristal cosidos a la piel de mis tobillos.

Déjame pasar sin miedo, sin esos terribles monstruos que golpean mis armarios; déjame pasar sin miedo, cerrar los ojos salir corriendo, sentir el aire, el viento... sentir como pasa el tiempo y yo veo como se degrada y pudre el mundo en mitad de un campo de margaritas, vestida de indiferencia, llorando, con la mirada tan perdida como la esperanza...

... llorando, como cuando fingí estar dormida y vi cómo te desvanecías en el haz de luz que irrumpía en la habitación, entrando por aquella gran y estrecha ventana; deslumbró mis ojos y después no estabas allí, y yo, en cierto modo también me desvanecí, y me perdí... aunque ambos podríamos decir que nuestras sombras siguen allí, proyectadas en tu pared, abrazándonos, el ayer, abrazándonos sin pensar que mañana, que ya dejó de ser hoy "puede que tú no estés"

domingo, 20 de octubre de 2013

Malas horas, días oscuros, noches claras.

La noche cubrió la ciudad como la sábana de la cama a la princesa pálida, de un blanco casi transparente, rozando lo enfermizo, en su piel destacaban sus labios rojos entre la luz que irradiaban sus negros ojos pintados, como no, de un negro intenso y su pelo, infinito, oscuro y claro, rubio y moreno, precioso, como un horizonte de seda al atardecer, rojo, ese color era rojo, pero no un rojo cualquiera, un rojo falso, un rojo "de mentira" que dirían los niños, un rojo como el que faltaba en sus venas, un rojo sangre desangrado sobre la almohada y cerró sus ojos y en sus párpados, él, vio la noche más profunda estrellada tras un sueño que perdura, aquellos años tan fantásticos sólo serían un baile lento, uno de esos momentos que pasan demasiado rápido...

Corría en pijama subiendo las escaleras, resbalaban sus calcetines entre escalón y escalón y sus finos y largos dedos se agarraban y soltaban de la barandilla, impaciente, parecía huir del tiempo - dijeron de mi quienes me vieron, estancados en sus vidas aburridas, aburridas como la mía - y llegó a aquella puerta de metal descorchada y empujando con el hombro consiguió sacar su dulce fuerza y desplazarla lo suficiente para no desgastar demasiado sus costillas al pasar por el fino hueco que la separaba del cielo y llegó agotada detuvo su carrera y mientras en su mente sonaba una y otra vez el final de 1999, el viento de Octubre la traía esos recuerdos que hacían sus ojos Venecia; y suspiró, suspiró lento y alzó su vista desde el suelo, desde aquellas tejas anaranjadas a la sombra de la tarde, casi noche, casi eterna por los días no vividos; y alzó su vista al cielo sonriendo y comenzó a llover sobré ella y se deshizo como si de papel fuera, como si fuese su piel de un cartón con aspecto de mármol y se oxidaron sus ideas de hojalata mientras ella sonreía y bailaba al son de su imaginación, al borde de la azotea, extendiendo sus brazos, arañando con sus uñas las puntas de las estrellas.
 
Apagando las bombillas, nunca se sintió tan grande y a la vez tan pequeña, tan diminuta y a la vez... tan inmensa.

jueves, 26 de septiembre de 2013

El desorden de las pestañas.

Miras, ¿qué coño miras?, ¿la desfachatez?, ¿la ira en mi mirada?, ¿el frecuente uso de insultos y palabras malsonantes que vomita mi sereno discurso?, y dirás una autentica dama no diría esas barbaridades, pero en este juego hay cien millones de "damas" más, y aún así yo no soy dama, no, yo soy peón y dejo el 78% de mi carmín en el filtro del cigarro y el restante entre copas y labios de almas vacías que sienten que una caricia será capaz de reanimar ese corazón inanimado... pero, ¿quién soy yo para hablar?, si mi mente es el complicado mecanismo de un reloj de antaño y tu conocimiento son las pilas ¿desgastadas? - no - malgastadas de un cronómetro digital...

Yo del tiempo ya no espero nada. Yo miro el cielo mientras llueve tumbada en la mitad de la autopista y sintiendo la velocidad de tu prisa... yo... yo no sé quién soy, no sé que mierda esconden mis ojeras de insomnio ni qué atrapan mis momentos de lucidez mirando el grifo gotear sobre mis manos... yo, yo me sumerjo hasta el final de la bañera con los ojos bien abiertos y toco el universo cuando a punto de ahogarme vienes a rescatar mi cuerpo, alertado por el rebosar de agua de la bañera, por el rastro de lágrimas y silencio que dejé al darte la espalda y alejarme... moribunda por ver bajo mi piel los nombres de quienes grabaron su pasado y arde mientras me la arranco a tiras, mis escamas, las plumas de mis alas... 

La tinta inyectándose lentamente, las agujas... parece y es tan diferente a la anestesia y al placentero sabor de la sangre en mi boca, a besar la muerte con los ojos vendados, a sentir el frío de las sábanas blancas mientras las luces me deslumbran y desnudo mis ideas bajo el enfoque de tus páginas... muere tu musa y ¿quién se quedara a escuchar tu poema?, ¿quién soportará las duras críticas de jamás inspiraste amor?

Dime ¿cómo inspirarte amor si expiro recuerdos que despiertan mi odio y adormecen la belleza de mi sonrisa bajo este velo de lágrimas...?

sábado, 21 de septiembre de 2013

Soy sirena de papel y tú subes la marea.

Crucé las piernas arañando el suelo con el tacón, como mis uñas arañaban el marco de la puerta mientras me mordía el labio que casi había perdido por completo el color, y sólo el contorno rojo pasión diferenciaba su presencia del pálido tono de mi rostro; gesto de inquietud; dijeron unos pocos que me habían visto llorar, al borde de la histeria, agarrándome al borde de esta mierda con los dedos de los pies, sintiendo la altura , el peso del atardecer, Diciembre, el viento y su presión.

El baile de mi cabello mientras sopla el invierno escondido entre las nubes; es tarde - dice el muy idiota... y yo me pregunto: ¿cuándo es tarde?, ¿cuándo deja de ser pronto y me encuentro mirando de frente un reloj de pared?, sosteniendo entre las manos tu fotografía y el silencio se rompe con el sonido del impacto de una lágrima de alcohol sobre esa imagen; cierro los ojos y tras este profundo parpadeo me encuentro sosteniendo entre mis manos el fuego, y se consume tu sonrisa entre las llamas, dejo caer tu recuerdo en mitad de la inmensidad dónde nadie escucha mis latidos y me alejo de usted, perplejo por mi diálogo, monólogo, aparte o discurso absurdo, gesticulando como una loca, gesticulando porque ya rompí mis cuerdas...

Extiendo mis brazos, soy, el ángel vestido de blanco que pretende volar sin alas, dos orificios en mi espalda delatan el pasado... e imagina lo frustrante que resulta saber volar y no poder hacerlo.
Extiendo mis brazos, eres, la luz del horizonte que me ciega, cualquiera diría que he surgido de entre los rayos de un sol anaranjado, soy un eclipse en tus ojos, tú me miras desde atrás incrédulo y no dices nada y yo que me siento como el ángel que jamás he sido entorno mi cabeza hasta alcanzar verte, vuelvo a mirar al frente y dejo caer mi cuerpo hacia este precipicio sintiéndome la primera gota de agua de una cascada cristalina.

Jamás volvimos a saber nada de aquel sueño.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Ojos de cobre y un piano transparente.

Clavaste tu mirada en mis ojos; el universo... efímero envasado al vacío en tus pupilas de acero y estoy segura de que también sentiste el escalofrío que sentimos los enamorados al lanzar esas primeras palabras, como anotaciones a lápiz en el margen, sin mayor importancia que la que dimos a cualquier otra conversación, agitando la cucharilla en el té y repasando el carmín rojo de mis labios una y otra vez, dando color al gris oscuro que sombreaba mis palabras...
¿Qué te ocurre? - Dices - Ya no eres la misma que cuando eras TÚ.

Quizá es cierto y cambié demasiado el día que la droga dejó de hacer el efecto deseado y el alcohol seguía mareando y no aclaraba tanto como escocía en el fondo más profundo de mi interno interior.

Hablando menos, mirándonos con más odio, escaseando la indiferencia y sólo rencor e ira guardada;

¿Tú?, tú no puedes hablarme de Decencia.

A propósito dejé pasar más de cien trenes, sentada mientras mis pies colgaban desde la barandilla, balanceándome como el segundero inquieto del reloj, en el momento exacto en el que cambia por capricho u obligación de tiempo, y marca: un antes, un después y un durante a ese instante que quizá para ti es irrelevante y para mi, para él o para ese desconocido... es decisivo; cierro los ojos y tú eres recuerdo de ese preciso momento antes de dejar caer mis párpados, dejarme caer, perder el equilibrio y pasar del balanceo a precipitarme hacia el suelo, a las vías de este cielo de nubes y truenos, relámpagos, tormentas oscuras que sólo traen lluvia a mi horizonte y ves mi cuerpo, unos decían que vivo, otros que muerto... ves mi cuerpo desangrarse en mitad del andén, pero respiro y parpadeo y miro a mi alrededor y te veo, consigo verte entre la muerte y me preguntas: ¿por qué?... pero jamás encontré respuesta, jamás supe contestarte y la sangre se filtró por algún orificio minúsculo y fui piel y huesos, y recuerdos apagados, un entramado de enredaderas, de tallos de rosa espinados; rota, como el delicado mecanismo del reloj que se detiene, falla el engranaje que me mueve y estática me pierdo de mi, y no sé encontrarme.

martes, 20 de agosto de 2013

Hay una mariposa ahogada en Whisky

La noche inundó la calle, como el café mi boca, como el vodka el vaso y los hielos se ahogan lentamente, estáticos, viendo como el mundo avanza... un poco como yo, apoyada en la ventana; felina, hoy me siento gata pero a falta de tus caricias, nada; sólo el humo me esconde, la brisa me hiere, las luces, parpadeando al horizonte deslumbran mis ideas, jamás permitiría quedarme en blanco y me quedo a oscuras, cierro los ojos, abrazo mis rodillas sentada en el alfeizar de la ventana, me siento tan desnuda y a la vez tan arropada por la oscuridad que traen esas nubes negras, esas nubes de tormenta en mitad de este agosto eterno; y tú matándome de frío, entre la forma en que me miras, me hablas, apartas tus ojos de mi... te callas.

Encendida la última cerilla, soy madera en combustión, soy cada gota de cera cayendo mientras la vela se consume, ilumina tu cara y yo caigo en el agua de la bañera, de espaldas caigo al vacío aún con la ropa puesta, infinita, el agua rebosa, no existe final porque desapareció el comienzo y volví a encontrarme, dibujándome los ojos con pinturas, y los labios, y así quizá escuchases mis palabras y me mirases como si fuese bella aunque sé que soy alambre, que soy huesos y los huecos entre estos, que soy arena arrastrada por el viento, que soy seda y azúcar y bajo la lluvia sucumbo a sus encantos y me desvanezco, aunque sé que tú lo sabes...

Vuelvo, como el otoño, las hojas secas en el suelo, el sonido de tus pasos sobre ellas, el pasillo frío y parpadeante de azulejos desgastados y tus ojos clavados en mi pelo que se mueve con el viento, el ojo del huracán... CREÍ EN LA CALMA... apacible que traías atada a tus muñecas, seda en forma de cadenas de metal. Ojos negros se deshacen en ríos sobre mis mejillas, pálidas, desgastadas de una sonrisa forzada que erosiona las costillas, que atraviesa el corazón y se escapas de puntillas saltando desde el balcón y te dispersas en miles de mariposas negras que huyen hacia el ocaso, y te miro, y miro el batir de sus alas, y miro y veo como a lo lejos ha comenzado la tormenta. Y TE ESCAPAS


sábado, 3 de agosto de 2013

Estrella magnética

Aquel momento en que mi cuerpo paso de ser acero y plomo a ser de arena y plumas, y sin peso ni pesares ni pensamientos amargos dejé que el cielo se hiciese aún más grande sobre mi cabeza despeinada y me deje empujar por el viento; caí de espaldas, de espaldas al barranco, al precipicio infinito de seda roja, de espaldas desde el trampolín más alto hacia este final lleno de agua helada, agua de lluvia... agua; de las lágrimas que caen por tu cara y se esconden en las comisuras.

Soy... una calavera agrietada por llevarme las manos a la cabeza, una jaula llena de aves negras en busca de una salida, el reloj de bolsillo parado en el minuto eterno, estancado en el mismo momento, el tiempo... camina lento y de espaldas ante mis ojos, intento alcanzarlo pero yo camino en sentido contrario sobre esta cinta mecánica y se aleja, y yo me quedo afónica y me gritas... pero... yo ya no escucho nada, estoy a metros de profundidad bajo el agua de mi bañera que se desborda y yo, te miro, te veo, burbujas escapan de mis labios mientras cierro los ojos...

Abro los ojos, un parpadeo caminando en la fina línea que separa lo efímero de lo eterno, abro los ojos y te miro, y te veo, y siento entrelazar tus dedos con mis dedos, tu mano en mi cintura; bailamos, sin saber bailar bailamos.
Te sonrío y te susurro: no te alejes de este horizonte por favor
Alzo la vista vi tu rostro.
Volviste a desaparecer entre el humo del cigarro y me pregunto ¿dónde coño estás?

martes, 18 de junio de 2013

Mi sombra en tu pared.

Alzas la mirada, con asco, con odio, con desidia y es que ni me ves... pasando, estás pasando de mi y de mi lencería, pasando como las noches, las horas, los segundos... ¿los días? - JAMÁS - dirías; y yo te escucharía agitando la cuchara, la droga es azúcar; joder, deja de pensar mal y empieza a pensar peor por favor y no ignores lo que como el cristal claro ni se esconde, ni la molestia me tomo de ocultar mis intenciones, - aquí somos horribles - lo sé y me encanta y ni amor ni odio, sólo es Morbo, simplemente atracción a tu atractivo.

    "Mírame ahora, que he perdido tanto que no me repongo ni vaciando vidrios, ni llenando mis arterias..."

Mis venas, arden, mis labios, arden, mi piel... se quema; el contacto con la llama, y sin tacto ya ni llamas.
-¿Qué será de ella?- ¿Te preguntas?, hasta yo me lo pregunto y valoro ¿qué compensa más, qué duele menos, que es más fácil de olvidar y cuánto falta para vernos?... 

"NO VES QUE SIN TI NO VEO" y caminé de tu mano para acabar abandonada a mi suerte, en este desierto y deseo volver a verte y muero por inanición del corazón inerte llorado y sin comerte a besos...
¿Dónde está tu piel que no la siento?, ¿dónde están tus manos? tengo frío, por el viento de este agosto en mí diciembre prematuro.

Marchito no maduro. Me desahogo si me deshago en el charco de mi vaso, ¿dónde están tus labios?, ¿dónde coño estás? y he de confesarte que...

                                                                       A veces recuerdo tus besos...


jueves, 13 de junio de 2013

Descosiendo heridas

Caen las palabras de mis labios a oídos del inconformista que me escucha tumbado en el horizonte, nada es suficiente y todo es demasiado; aprendiendo de la experiencia, de observar los hechos naturales, las lluvias de las estrellas, sé que tú también querías ser como ellas y cruzar el cielo ante la atenta mirada de unos ojos preciosos, con el brillo propio de una galaxia esos ojos que me ocultas... ¿por qué escondes tu mirada?

Quiero, desenamorarme como si me desvistiese de los nudos que me atan y desnudar el alma arrancándome estos pétalos marchitos; pobre y triste flor que se hiere con sus propias espinas... el rocío, que tú llamas, son las lágrimas de mi corazón y está llegando el invierno y la escarcha hiela mis párpados, estática; moriría aquí y ahora estática con mis ojos clavados en tu rostro, muero si no evito ver como te alejas y cruzas el puente de madera; luna llena, yo vacía; ¿a quién le importa el color del cielo? pero yo lo veo arder, arde tras tu silueta perfecta, este bello atardecer envidia tu belleza y quiere llamar la atención del artista, pero no existe más arte que el humo escapando de tu cuerpo y ojalá yo fuese el aire, pero hoy me siento viento, del celeste puerto, tan lejos, tan cerca, tocarlo es una falsa ilusión en vida...

Volveré a tenerte cerca, respirar el aire de tu boca, desvanecernos en el eclipse...
A oscuras; desaparecer contigo a oscuras y ni en vida la muerte podrá encontrarnos... llévame lejos, lejos del mundo, lejos incluso de este universo.
Vivir en armonía, en la continua magia del momento, donde nuestra cárcel no sea nunca el trabajo de un relojero, donde nunca más arrastremos cadenas, libres... vivir libres, morir libres y permanecer en el recuerdo siendo eternos.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Mi carmín en tu copa.

No me llames artista; no te confundas; ojalá pudiese escribir unos versos impactantes en la servilleta mal doblada del café, agitando el azucarillo con desdén, cruzando las piernas rayando con el tacón de aguja la madera del parqué, mirando el reflejo del cielo y los últimos pisos de los céntricos edificios en el té de mi taza.
El carmín dibuja mis labios en el filtro del cigarro, la primera chispa y el humo, ahogando da vida a estas horas de la tarde, las últimas horas del día y sólo quedo yo; a la deriva por calles infinitas, alcanzando esos horizontes imposibles... desapareciendo, dejando únicamente el eco de mis pasos...

Me despierto, cada mañana que no lo olvido salgo y me asomo apoyando mi cadera en la barandilla del pequeño balcón, con un vaso cuadrado en la mano, dos hielos bañados por coñac; despeinada, desvestida sólo cubierta con una simple camisa, encaje negro, o blanco o del color de los días desencajados que guardo en el cajón. No importa. Siempre es lo mismo. Desvestida, no desnuda porque aún tengo los nudos que dejaste por atarme a tus rutinas, querido... no te miento si te digo no te estoy escuchando; sólo pienso lo bien que quedarían tus manos por mi cuerpo, donde no caben las palabras, mentiras ni excusas.
Un pequeño habitáculo de libertad infinita, paredes estampadas, un gran espejo antiguo, música a un volumen ensordecedor, y una inmensa alfombra suave como la droga...

Intensa contracción involuntaria de tu cuerpo un segundo antes de sentir que flotas, peso pluma, como un hielo deshaciéndote irremediablemente, vuelas con los pies en el suelo, las ideas son pompas de jabón que escapan de tu mente por la boca, el arco iris en mis uñas arañando las estrellas y las nubes...

Dime: ¿puedes ver las luces?

jueves, 23 de mayo de 2013

Arquitecto paisajístico

Paso mis dedos sobre las cicatrices, esas que nadie ve pero que a mi aun me duelen si lo recuerdo y reviento mis nudillos contra el espejo... me veo llorando, reflejada en mil fragmentos.
Todo es un asco, bebe y olvida, fuma y no mires atrás... decía, sus consejos, el calor de sus abrazos y el siempre estaré a tu lado, pase lo que pase... ¿incluso si lo que pasa es el tiempo?

Hoy he soñado contigo y he despertado a punto de romper a llorar, gritando ¡no me dejes por favor!...
No quieras a quien no puede decirte que te quiera. Porque dudas. Porque a mi tú no me engañas. Porque todo aquello no me va a dejar de pesar nunca... 

Hay miedos que sólo salen de la mano del etílico elixir, que siempre acechan... tras el rostro de serenidad y felicidad; si, parezco inmune y soy tan frágil como una copa de cristal de bohemia al borde de la mesa.
Por todo el dolor que guardo y el daño que he sufrido de sus labios, del tacto de sus manos, de las dulces palabras que se pudren y producen necrosis para el alma...
Y alzo el vaso, más vacío que yo y brindo por los tiempos que siendo malos fueron mejores de lo que nos depara el futuro... Que mierda todo ¿no?... a ti no voy a mentirte, esta vida me asusta.

Siempre acabando los días, empezando las noches pensando... que esta vida no es justa, quien yo quiero no me quiere y quien me quiere... no me gusta.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Catarsis

Cierro los párpados y me siento flotando entre nubes de plumas y arena, donde el tiempo vuela y la luz viene dada por la luna como una perla flotando en alquitrán; como un diamante cortándome los labios escribiéndome tu nombre desangrando mis silencios. Las noches son eternas, los días no pasan si no corro las cortinas y muero acurrucada bajo esta mierda de ventana mientras miro la proyección de la sombra de los coches en el techo y muero porque no vivo y siento que el tiempo sólo avanza al otro lado de las verjas que protegen el cristal de mi jaula. Aquí dentro los resquicios de un ser inanimado yacen en el suelo reflejada en los pedazos de los espejos, rotos, que dejaste con tu huida. Prométeme que no volverás nunca.

Salí corriendo, dejando a cada paso una lágrima en el suelo, sin notar siquiera que caía desde mi rostro, cruzando el vertical límite por si algún día quería volver, por si me pierdo y nadie viene a ayudarme.
Llegué a aquel mirador, sólo idas y venidas, aves de metal se alejan a otra ciudad, emigran en busca del calor del cariño, huyendo del helado sopor del dolor, el daño que produce la presión que ejerce la monotonía sobre sus finas pieles...

Vino y me abrazó, no tenía rostro ni prejuicios, no me conocía ni siquiera recordaba mi nombre si alguna vez lo escucho por casualidad o error; sentí que caía de espaldas pero él esperaba con sus brazos extendidos, sentí aquello pero al precipitarme solo hallé el dolor del impacto contra el suelo, el suelo de mi habitación, un espacio diáfano y sin suficiente espacio para mis ideas.

Grandes ventanas, una ciudad que vive y muere, el humo huyendo de mis labios, las botellas rotas, desmayada sola y aún con los tacones puestos; sonaba en espiral, bucle infinito en mi cabeza: olvídalo, olvídalo hay un mundo y tú; puede que en realidad sea como tú, puede que en realidad seamos únicos, puede que en realidad sea como tú... puede que en realidad sea como tú, puede que... puede.

domingo, 19 de mayo de 2013

Midriasis.

Morir con la palabra ente los labios, ya no en la punta de la lengua, saltando al vacío; un grito intenso como un orgasmo. Espero que antes de ver mi cuerpo frío y pálido, encuentres mis palabras de oro, atadas a las comisuras de mi boca con cadenas; las mismas que me tienen sujeta a esta postura indefinida, indecisa entre el sexo y el amor; ¿y la mentira?... nos mueve. La inercia que ahora me ahoga y sola hago balance dejando que colisiones conmigo, me fundo en tu fuego, se prende mi piel de papel y escapo siendo el humo que bailando huye entre tus labios. Dejas mis ojos como cristales, estáticos mirando el infinito y dibujándolo con la yema de mi índice derecho en tu espalda.

Hoy he parado el tiempo.
Te besé bajo la tormenta de Mayo - Es lo último que recuerdo.
Hoy el tiempo me ha detenido, me he alejado sin mirar atrás arrastrando los tacones por el asfalto, el frío y la soledad de la calle a las dos de la mañana, las medias rotas, la luna llena y mis botellas tan vacías... no siento el golpe de las lágrimas contra el bordillo, no puedo despertarme y tú ya no estás para abrazarme mientras desmayada sueño que todo es más perfecto, tú ya no estás y nadie me grita "¡vuelve!", ¿y si nadie quiere que vuelva?, ¿y si soy yo quién no quiero?

Aquí es plácido el tacto de las agujas como plumas atravesándome la piel, me siento un hada, siento que vuelo; que soy la proyección de un deseo evaporándose entre luces de colores y sonidos estridentes.
¿Dónde has estado? Has cambiado y ahora te odio. Suena en tu cabeza y me lo dirías zarandeándome, agarrándome de los hombros y clavando esas dagas que tienes como pupilas en el fondo de mis ojos pero te lo callas y lo leo en tus brazos cruzados, tus ojos fijos en mis labios, tus labios cerrados como cosidos por el asco que te infundo y no me importa cielo, no me importa. 


miércoles, 1 de mayo de 2013

Tal vez te conseguiste equilibrar; yo aún no.

Nos desplaza el mundo, sube la marea y nos azota el oleaje dime... ¿puedes ver las luces?
Madrid se despertaba cuando yo me metía en su cama, ¿que cuál era su nombre?, pues no sabría qué decirte sólo vi sus ojos, sólo hable de cerca sin palabras con sus labios, sus orejas que captaron mis suspiros y su ropa fue mi piel durante aquel tiempo... escaso.
No nos importaba lo que dijesen o pensasen, no nos importaba que mirasen o escondernos.
Nos mordíamos y moríamos juntos pero sin tu "siempre" falso, el efímero sonido del reloj, el portazo, yo en tacones por tu mente y es verdad... sé que te encanta mi encantador encanto de escritora transeúnte de esta urbe de luces que brillan desde nuestro lejano horizonte; estás fumando en la ventana y yo sentada en tu azotea intentando abrir el paraíso con una ganzúa.

Ahora simplemente necesito el calor de unos labios, luchar contra el frío, el helado abrazo y el escalofrío que me tumba contra el suelo, el delicado movimiento del segundero robándome el tiempo, vida y ganas; después de todo desapareciste y sólo tengo tus cartas y las huellas de tus manos por mi espalda. Lo tuve todo, ¿qué me queda?, poco; ¿qué espero?, nada. Absolutamente nada y en Absolut mi mente nada y se ahoga, ¿y tú?; tu humo denso, el olor de tus abrazos, la textura de unos labios rajados, rotos, agrietados por las ruinas de lo que he sido, helados, unos labios de hielo; hundiéndome finjo, finjo que escucho mis latidos, las ondas de este mar sintético proceden de mi pecho, soy una actriz, interpreto mi papel y si cierro los ojos... bajo el telón, pequeño telón para escenario tan inmenso.

El tiempo es mi director, mi guión está en blanco, no hay pausa ni final para este encuentro.

Mis mares con desague, mis lluvias caen de un grifo y me sumerjo... igual que hize aquel momento.
Palidez extraordinaria y mis ojeras, no he dormido; presa del insomnio, no he podido conciliar el sueño en mi batalla contra la luna, contra las noches, contra el cristal de la ventana apoyo mi frente, alzo los ojos y veo... una ciudad que se pierde en sus propios límites, hasta donde mi vista alcanza y se hace eterna, Madrid encendida, brillando bajo esta noche enmascarada de nubes blancas y humo negro, las estrellas del cielo se han escondido; no quieren dar la cara y hoy brillan por ellas coches y edificios, combustiones como cometas, efímeras, fugaces... no sé qué estoy mirando, no se qué es lo que veo, pánico, la inmensidad y yo a solas, me da miedo la enormidad dónde nadie oye mi voz.

Inspiro, lleno mis pulmones con el aire frío de esta noche, ni mi sombra está conmigo, no hay luz que la proyecte, no es suficiente el parpadeo de la ciudad; desde este ático veo, un horizonte desenfocado... y estoy... en el edificio más alto, y sólo quiero que sepas... que sigo intentando pescar estrellas con un anzuelo oxidado.

Tal vez has pensado en renunciar. Yo aún no.

sábado, 6 de abril de 2013

Pétalos flotando

Veo cómo caen los días, arrastran a mis noches, oscurecen el delicado destello de los edificios de gran altura, los rascacielos de la ciudad de la que nadie habla, todos la conocen, tú la ignoras, yo estoy enamorada de su cielo, de las tardes, del sol rozando los ladrillos, las ventanas y los toldos de los bloques de los barrios, de los mundos más urbanos, lo precioso de lo pobre, la belleza de lo triste, dónde tú ves ruinas yo describo antiguas joyas arquitectónicas, palacios derretidos, paraísos putrefactos, olvidados pero aún vivos; permanece en mi recuerdo, reanimando la emoción del mundo derribado que dejé a mi espalda,  no volver a hablar de ella no implica que no exista, no llorar no implica que no duela, que no me parta el alma, el corazón, la cara... una lágrima rozando los límites de mi rostro en el letargo, el sopor que siento al leer en la pared la proyección de tus palabras blancas sobre un fondo negro, el humo del cigarro descubre el haz de luz, el reflejo fantasma de una sonrisa en el final de mi pupila, brilla; el brillo de dos ojos llorosos, la arena de desiertos, la más dulce miel de un iris derritiéndose en cristalina agua de lluvia.

Cerré los ojos, dejé caer mis párpados, un movimiento lento apagó el universo, un pequeño telón para escenario tan inmenso; decía; yo callaba y escuchaba asintiendo con la frialdad del invierno, los labios cosidos, los ojos bien abiertos y no perdí detalle de sus gestos, los párrafos de versos inacabados... poeta mío, ¿aún sigues triste por mi ausencia?, no huí de ti, huí del mundo, las musas somos así.... siento cómo mi corazón cae tropezando con mis costillas, con los barrotes de su jaula...

Querido, déjame oscurecer mi sombra de ojos, enrojecer mis labios con el carmín con el que dibujé corazones en todos tus espejos, calzar mis tacones, ajustar las medias al contorno de mis piernas... déjame ser perfecta; sólo sonará el eco de mis pasos durante el camino, la estación a medianoche, el vapor del tren, la luna es tan hermosa, ¿no crees, querido?, ¿no lo ves?, quizá te ciega el dolor y no puedes mirar a las estrellas... tú, dueño del firmamento e incapaz de ver en mi más allá de nubes negras, nubes de tormenta...

Te vas. Me voy. Uno de los dos es quién se aleja tras el cristal del vagón, eres tú, jamás sería yo... yo me pierdo en tu horizonte, estática al borde del andén... la niebla me envolvió, atrapó mi cuerpo con su dulce y frío tacto... con cariño y delicadeza me desvanecí sobre las rosas, soy... el rocío de tus mañanas.


miércoles, 3 de abril de 2013

La polaridad de los labios.

Los últimos días, dulces, amargos, fríos... salpicando mis tobillos por los pasos en los charcos, agua sucia y mis tacones mojados. El tren no se despidió; te di la espalda y mientras el mundo soñaba yo me alejaba hacia el ocaso, hacia el horizonte, sin norte ni mapas, sin ti, sin mi, sin absolutamente nada.

Estoy temblando y disimulo, no soy valiente y lo aparento, te digo "ya nada puede asustarme" y retrocedo unos pasos, te tomo de la mano y cierro los ojos. Miento. ¿Y tú?, mientes, más que yo incluso, me quieres más que a nada en este mundo y por nada darías menos que por mi.

El final del túnel era una luz blanca, ni fría ni cálida, un final alternativo a una función inacabada, lo aburrido de la pasión y lo apasionante de lo monótono, los gritos llenando el vacío del silencio, las gotas rompiendo en el fondo de mi hastío, las gotas de la lluvia... mi amor perdido en laberintos de rosales marchitos, pétalos mustios, rotos, rajados como la piel de los labios, heridos por el tiempo y en busca de saliva tratando de curarlos, tratando de ver de nuevo tu rostro en mi memoria pero ya no te recuerdo, ¿te habré olvidado?, puede; no obtuve respuestas, nadie encontró mis preguntas, no hallé solución a mis problemas, más allá de lo que tú llamabas dudas, ahora mismo son dilemas encerrados en las jaulas de los pájaros, se escapan de mi mente, sobrevuelan mi cabeza; huyen, de mi; huyen... del gélido viento de Enero que nos enfría los huesos esperando a ver en nubes lo que no ves en mis ojos, o en los tuyos si te miro, si soy yo la espectadora de este absurdo sueño, de está ensoñación en blanco, en un constante estado inanimado y estático y siento, como se detiene el tiempo, y siento como el mundo nos pone la soga al cuello y nos deja colgando del árbol más alto, la agonía de suicida inmortal; otro fallido intento, otra vuelta al papel, volver a intentar dibujar de nuevo con la punta de los dedos, con las lágrimas cayendo... arrastrando... la pintura de mis ojos, dibujando... la perpetua silueta de las ramas que desnudas han quedado del invierno en contraste con el cielo, el reflejo que en tus ojos me descubre el horizonte que he dejado a mi espalda.
Sonrío si te miro, querida, cuando miro en el espejo... sonrío si me miro, pero ya hace tiempo que no sonrío, porque hace tiempo que te miro, querida y aunque miro no te veo. 

domingo, 31 de marzo de 2013

Llueve electricidad.

Nada importa tanto y ya está claro que los capullos no regalan flores, camino entre verdades que me gritan bajo esta lluvia de plata púrpura... mírame; soñando con los ojos como platos bajo el soleado cielo del techo de tu casa, el humo y los decibelios de nuestra música de asesinos de rutinas, mentalidades calcadas, monotonías tatuadas en vuestras espaldas para que no olvidéis los trayectos, los trasbordos, las paradas y los metros... ¿con los que os miden?, si; sois autómatas programados para olvidar cómo sonreír y como alcanzar el placer de vivir, el placer de morderte el labio, bañar mis dientes en tu saliva, mirarte a los ojos encerrando mis pupilas en las tuyas o dilatándolas, podrías bañarte en mis ojos si el recuerdo del pasado vuelve a mi... ¿sabes?

Sólo sueño vivir en armonía con los jardines del palacio de la palabra, acariciar las rosas con la punta de los dedos, clavarme en sus espinas y desangrarme bajo el agua de la bañera.
Un baño de gasolina para una estrella en combustión, un destello rojo te deslumbra, rojo sangre, rojo fuego, rojo pasión, rojo carmín; el rojo de las uñas con las que te araño la cara, el cuello y la espalda; drogadicción servida en la aguja del tacón que te raya el parqué dibujando un corazón, una flor, una lágrima de astillas... clavada en el brillo de tus ojos.

Mírame; baila conmigo bajo esta lluvia de cristales, las ventanas rotas... el vaho del cristal distorsionó las luces de los coches y semáforos, fluorescentes, carteles y la luna dibujando con el índice atardeceres en el autobús. El tiempo pasa, tú no estás, yo vivo y soy feliz aunque te pese, claro.

Ya no tengo una venda en mis ojos, las cadenas de mis muñecas se oxidaron; hoy camino sola y me pierdo... y me encuentro, y tropiezo y aprendo y te olvido y vuelvo a sentirme viva sin depender de nadie, sin depender de ti.

Hoy me siento fuerte. Más fuerte que nunca, fuerte para siempre.



viernes, 15 de marzo de 2013

Por rellenar una ausencia

Despertó el sueño entre la tentativa de suicidio y las ansias de vivir, me rodeaban esos maniquíes de labios cosidos, torsos desnudos, dibujos en sus espaldas; el brillo de sus ojos fue mi reflejo fantasma al pasar ante él sin percatarme de su presencia y de un impacto contra mis hombros consiguió empujarme hacia la ventana del final, la única ventana de mi único final y caí, rompiendo los cristales, al vacío, mi caída en vertical, me hizo sentir el frío de una futurista ciudad iluminada entre neón y fluorescentes.

Cerré los ojos por miedos, miedo a sentir el impacto contra el suelo y mis huesos desencajando las verdades y desangrándome los sueños, quedarme inmovil, viendo como me muero, ese era mi miedo y así cerré los ojos.

Y los abrí, sacando la cabeza del agua, cegada por el sol de tarde, antropomórficas siluetas negras caminaban de un lado a otro, sin rumbo, sin destino alguno... estaba en el mar, en silencio conmigo misma, imitando el sentimiento de soñar despierto y no querer dormir por no despertar... ¿habré muerto?, aquello fue tan verdadero que dolió; dolió dentro, en el corazón, lo que tú llamarías alma.

Volví a sumergirme y abrí los ojos en el suelo, en el frío suelo de la fría noche en la que me empujó aquel desconocido recuerdo oscuro, con la suficiente fuerza como para impedir que me volviese a levantar del suelo, ahí podrían haberme encontrado, rota como una botella de cristal contra el asfalto, derramándome, goteando desde el borde del adoquín.  



jueves, 7 de marzo de 2013

Riesgo de altura

Todo estaba a oscuras, la llama del mechero iluminó mi rostro, el cigarro se encendió, el humo ahogó tus pulmones, abrió los míos.
Tomé aliento, levanté la cabeza, la mirada, no el ánimo.
Arañé una vez más la ventana con el índice, escribí un "fin" en el vaho del cristal.
Te odio. Te admiro. No soporto cuando estás conmigo y si te vas me hundes ¿sabes?
Procura no respirar, no hablar, no pestañear, no perder detalle del momento en que mi pupila se encierre en sí misma por enfocar tu rostro con mis ojos. Mi humo, mi combustión vuelve a ahogarte.

Estática, en riesgo de altura deslizando mis pestañas entre las tuyas, estás tan cerca de mi que puedo beber de tus ideas con mi mente, escuchar tus latidos con el roce de mis dedos. Mágicos.
Guardo mil recuerdos impresos en papel de liar en mi caja torácica junto a un corazón rajado, mal cosido, mal curado, mal herido... se desbordarán mis sueños al caer dormida, la gravedad pudo conmigo; tú no.

Me harté de luchar en vano, de levantar mi cuerpo, alzar cada mañana este saco de huesos hasta el ocaso de mis fuerzas y derrumbarme de nuevo por los vientos de tus pasos.
Me has dejado en mitad del desierto más helado. Me has dado por muerta en tu memoria.
En tu memoria ya no existo, sólo existe esta escultura, esta maniquí, esta muñeca...
Aquí está esta muñeca, sin desmaquillar, sin desvestir, sin despeinar... tan callada e inmóvil como siempre; sentada en la ventana como siempre; hablándome de mi... como siempre.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Pestañas de alambre

Indiferencia, fría, en mi rostro como el hielo de esta madrugada, te acaricio con las manos heladas y una lágrima de sal y alcohol se precipita hacia mi espalda, pues no sería esta la primera vez que me cruzas la cara sin ni siquiera tocarme.

Me siento tan pequeña que tú te haces gigante.

Sostengo el arma en mi mano, el cielo ha oscurecido, sostengo entre las manos el odio en forma de espejo; mírate, ¿ves tu faz reflejada?, los ojos con los que te miran quienes te temen. Yo me siento valiente. Valiente para morderte, besarte y volver a casa manteniendo los colores de mi horizonte. Nada torna en gris. 

Si quieres, puedes mirar las curvas sin límite de velocidad de mi sombra tras la ventana del hotel.
Te ahogarás en un vaso de agua, yo en uno de vodka y quemaré en mis labios los colores de la sombra que dibuja mi intelecto cuando el corazón oprime, presiona si se hace grande, si se unen las dos mitades para que luego te las lleves. No. No merece la pena la tristeza, la agonía e incertidumbre. Nadie me devolverá las lágrimas que por tu culpa he gastado, ni vendrán a cobrarme las sonrisas que por ti, se suspendieron de mis mejillas . Me voy con lo que tengo, lo que se fue no volverá y lo que queda por venir aún no está conmigo. 

Arrastrando las maletas por la calle, ya es de noche, como siempre se hace tarde.
Los tacones hacen eco y los gatos me miran descaradamente, las luces de esta ciudad brillan en el horizonte, me dirijo a ninguna parte sin ninguna intención de volver a verte pero con ganas de encontrarte.
Gracias, por todo, te lo agradezco como las servilletas del café.
Gracias por cuando has estado y cuando no... también.



lunes, 25 de febrero de 2013

Realista intrínseco.

Debí verlo venir cuando me dieron ese corazón oxidado sin remitente ni dirección. Pero no.
Mirarles desde el silencio, yo, cuando los gritos me ocultan, eclipsan mis lúcidas ideas, mis labios cerrados y las pupilas expandiéndose como un universo infinito, ante el infinito y el desgaste de las baldosas, los charcos de agua fría, agua sucia corría por mis antebrazos, tras las lentes, los cristales de colores y los márgenes estabas tú.

Un baile para dos y yo estática, aunque quizá la noche aún se presta a entrelazar sus dedos con los míos, clavar sus ojos en mis párpados y mantenerme despierta con las piernas colgando al borde de la ventana, en esta cornisa, dibujado con pinturas de cera queda mi amanecer enfrentándose a la luna, el humo y la ceniza traen recuerdos de quién fue... esa que hoy te escribe cartas que se vuelan con el viento, ¿quién?

Estación fin de trayecto, arañando las barras con las uñas desgastadas, mis párpados oscuros por maquillar el insomnio y unos labios rojos como si alguien los besara y dejaran su marca en el cuello de camisas... qué más quisiera yo que tener al menos un espectador para mis monólogos, mis tristes monólogos con la voz casi apagada y la afonía deslumbrando a tus oidos... mírame.

Quedaré sola, sola ante el viento de tu indiferencia y mis huesos serán el hielo de tus vasos, el frío de tus labios, las ruinas de los besos que quedaron en el aire.

domingo, 17 de febrero de 2013

Humo estelar

Quiere leerme en libros, aprender de mis encantos, mis excesos. Quiere un para siempre para nada... arañar el encaje de las medias, quiere eso, mucho más que eso, para mi... no queda demasiado y por mi, no daría demasiado. Ambos lo sabemos. Puede que sean los fármacos, el alcohol y el café o este viernes desordenado, escribiendo tras la mesa de madera, ya he apoyado mis codos en tus barras, he dibujado corazones de agua, con el agua de los hielos, de la lluvia, de un frío enero acariciándome los huesos.

Yo.

Superé los trastornos de escultores de piel fina y suave, irradiando sueños tus ojos sobre los pliegues de la cama si de rodillas estoy sentada sobre ella, dibujando como me miras con ojos de amor a carboncillo dulces como el pastel bajo este paisaje de acuarelas. 

Ella, que no soy más que yo, fumando apoyada contra la luna, ¿qué es sino?, un cuerpo curvilíneo al contraste del sonido de la silenciosa noche, un jersey a la altura de las caderas, tus dedos de encaje ya no encajan entre mis costillas. ¿Tú?, tú no me conoces. No hay más. 

Ceniza bajo mis uñas y unos labios a carmín marcados en la ventana, besando desde casa el horizonte en el que desapareciste, pasos atrás, el parque y sus hojas junto a mis piernas, dibujando mi contorno como una sirena en su mar, mirando el cielo avanzar en el tiempo, nubes dibujan lo que pienso. ¿Dónde estarán las estrellas cuando no las veo, cuando nadie mira, qué estaremos haciendo, que se estarán perdiendo...?

Te miro cuando no me miras y dejo tu mirada llena de miradas mías.

jueves, 14 de febrero de 2013

Mapas al ocaso.

Llovía, recuerdo que llovía, que se mecían las hojas de las rosas de tu mano con el viento de un verano helado, sacrificando el tiempo de soledad por estar contigo, desagradecido.

Mil copas habrán pasado por mis labios, ron por mis venas, sin tesoro tu pirata se evaporaba en bares con las medias a la mitad de las piernas, las cruces y cadenas, tacones, el fuego de un encendedor ilumina mis ojos, rojos de odios infumables, sólo él comprende mis verdades asquerosas y no, no me quiere pero sabe de mi más que todos esos que aseguran que de mi escribirían un tutorial si quisieran.

Yo. A mi se me lleva el viento, me deshacen los días incómodos, las conversaciones de silencios. Me vencen, las manos temblando, respiración entrecortada empañando el cristal del bus, me vences. Superando mis márgenes, sin defensas en mis lineas labiales de combate entre carmín y afonía. 

Apoye sobre cristales y hielos las palmas de las manos y mis ojos, clavados en el cielo, perfilando mis pupilas las formas caprichosas de las nubes, el horizonte de sombras y destellos tras edificios altos de mi magnética ciudad. Capaz. Me siento capaz, con la fuerza y valentía de sostenerme a mi misma sin necesidad de tus cuerdas, no será necesario que me muevas a tu antojo, he aprendido a columpiarme sobre el tiempo y las excusas son la arena de mi suelo. 

viernes, 8 de febrero de 2013

Contigo el cielo es un lugar en la Tierra

Brillaban mis ojos tras el humo del cigarro, mis últimas palabras latiendo en el pecho, el odio tras los labios, que inhumano eres a veces querido; no comprendiste el mundo, ¿lo pagas conmigo?, adelante, acabé conmigo misma sentada en la silla desde la que escribo y se me olvidó hablar hasta que recorde que tú no eras tanto, y que yo... no soy tan tonta. Nací de nuevo. Colisioné contra el acero de mis barrotes, caí de espaldas contra el suelo, con los ojos inhundados, los labios grapados, las manos temblando, las pupilas dilatadas se contraen y el universo se expande una vez más tras ese cielo negro de la noche que rompiste mis cuerdas de trapecista y yo sin red bajo mis pies.
 
Abro los ojos, sigues aquí, las botellas por el suelo y el sol a mi espalda, los hielos quemándome los labios, perplejos, mirando las luces y los rayos a lo lejos, un mar eléctrico ante la música electrónica de esas cuevas.
No soportaba la visión simple del mundo y limitarnos a lo realista, jamás conformarnos con lo que vemos, aprender de los errores... ¿para jamás volver a vernos?, no le encuentro utilidad al hiperrealista cuadro de tu cuarto al que llamas ventana para mi es un pozo que termina en las estrellas, cada estrella es mi sueño combustionando a lo lejos con el roze de unos labios por el cuello, la forma del cristal al romperse, la marca de unos labios rojos en la mejilla.

Los tacones en la mano, la primera copa fue al vestido, el maquillaje semiborrado, las medias rotas, haciendo equilibrismo entre barcos de madera cierro los ojos, me dejo caer, caigo, caigo... caigo a tus brazos, mirábamos como Madrid amanecía.

jueves, 31 de enero de 2013

Horizontes verticales

-¿Tú quién eres?
-¿Y yo qué sé?

Yo dejaré algún día de escribir por gusto, por placer, por el mero hecho de desconcertar a mi lector más preciado, jamás. Dejaré de escribir porque no me quede absolutamente nada que decir, sin ganas de transmitir una sola palabra, idea o sentimiento. Mi literatura morirá conmigo. Las palabras que no digo, las sonrisas que no esbozo, los dibujos que me guardo, trazados con el índice en la palma de mi mano semiabierta, mientras las señales tratan de frenar la velocidad constante de una idiota en marcha, de camino a ninguna parte y con las ideas sucias o poco claras o como quieras llamarlo, tú, que sabes más que nadie, ¿no es así?

No es leer entre líneas, ni leerás entre mis textos los secretos que más allá de eufemismos o metáforas desvisto, es tan impropio de mi decir de mi lo que ni yo quiero saber.
Verme de lejos, caminar tan sola y tan callada... al borde de la madrugada, entre la noche y el día, entre la inconsciencia y el sueño, con los ojos bien abiertos y tan llenos de lágrimas que mover la mirada de mi horizonte vertical supondría el desborde de estos mares de mi rostro a los que tú llamaste ojos algún día...

-¿Y tú quién eres?- preguntó
-¿Yo?, supongo que no soy nadie, y eso es lo que más nos aterra, ¿no?, que quién amas se cansé de mirarte, de escucharte o de leerte, que lo que tienes se desvanezca, desaparezca entre pestañeos de cansancio, que nos engulla la rutina, la monotonía y sus garras nos encadenen a la desidia, vernos tan lejos de los sueños, tan cerca de ese abismo al que todos tenemos tanto miedo.
Ver la propia vida como un chiste malo de ese bromista cansado. Que pasen los años y darnos cuenta de que no ha pasado el tiempo, estancados en el mismo mar, repitiendo los pasos de un mismo baile, sin poder mirar a nadie, porque ya no quede nadie, que la soledad nos haya encerrado en ese mundo oscuro de miradas esquivas, de silencios amargos... Desvanecer tras el cielo.

viernes, 18 de enero de 2013

Me da miedo la enormidad, donde nadie oye mi voz

Ha dejado de recitar poesía porque ya no cree en las palabras que pierden su sentido al llegar al margen, comenzó a caminar hacia atrás de espaldas al presente y mirando como se aleja el pasado, con los ojos cerrados si es hacia adelante para sentir los pasos fuera de ese laberinto de hormigón que la encierra, y abrirlos cuando llegue a su destino, sin sentir si ha avanzado o ha retrocedido.

Se siente estática.  

Espera el fin del film dejando caer las hojas del otoño de entre sus dedos al agua del lago, artificial; como ella percibe el mundo que han creado por confort y un optimismo forzado, un silencio inmenso reina en sus oidos y no soporta el ruido de las mentes que provocan el desorden y rompen el equilibrio de los cables sobre los que cruza los edificios al caer la noche... sobre sus hombros, como una capa de invisibilidad ante los prejuicios de esos autómatas programados para paliar el dolor y el odio con el paso del tiempo, con el crono movimiento.

Una cosmonauta con la mirada perdida en los horizontes de los puntos cardinales, entre tejados y azoteas, entre campanarios y torres de cristales, todo aquello desaparece en las alturas y puede gritar sus miedos sin miedo, no hay quién los escuche más que el cielo y el viento envolviendo su cara con el pelo, ciñiendo la camisa al contorno curvilíneo de su cuerpo, entrelazando las nubes con sus dedos...

Cuando se fundían las bombillas del brillo de su mirada a cada día que avanzaba y se sentía por completo perdida, hundida en el fondo de la bañera semidesvestida y con el alma desangrada, cuando la enormidad la envolvió en el silencio más amargo, sentía un corazón enorme para llenarlo con el vacío.

Apareció mucho más que el principe de un cuento, de una especie en extinción que como ella no buscaba ser perfecto; devolvió la sangre a sus arterias. Encontró la sonrisa entre sus costillas y encendió las bombillas de sus ojos con sus labios eléctricos.
Bailando con sus sombras en paredes de colores.

Supo encontrar la vida que un día alguién la escondió.

  

Míranos, no bailamos tan mal.

Apareces de nuevo y en un café eres capaz de resumir todo lo que te ha ocurrido, lo que te ha traido aqui... me haces perder el tiempo escuchando tus historias; algún día me interesaron, si; pero hoy voy con las medias rotas, con los labios rojos, con los ojos negros y desde que no soy tuya me he vuelto un desastre, soy un desorden existencial haciendo puentes de naipes, cruzando las fronteras de las mentes con mi armadura de hojalata, un blindaje para esos días grises en los que la desidia empuja, me arrastra como el viento a la arena.

Fui arena y tú quisiste encerrarme en un frasco y llamarme tiempo.

Tal vez has pensado en mi, puede que más que yo en ti y mirando los círculos dibujados en el fondo de la taza, una mezcla de azúcar e impaciencia me recuerdo sumergida en el agua de la bañera, vestida aún con la ropa de aquella tarde, de pronto despierto del sopor, me hablas, y si te soy sincera mi nombre en tú boca no sonaba tan bonito, no sonaba bien del todo siendo una mezcla de "voy a decirte lo que no pienso para no decirte que de ti nunca me acuerdo" y no sé que más, no estaba prestándote atención, estaba viendo como tiraba mi vida por la borda, sin chaleco salvavidas y desaparecíamos en una puesta de sol, en un incencio sobre el mar...

Me dejaste atrás. Descosiendome la piel de los labios y enlazando las pestañas.

Puede que aún sepas dibujar sobre mi piel y te siga encantando el sonido de mis dedos tecleando nuevas historias con las que cautivar, seguirás mirando mi sombra bailar, tocar el techo con los dedos y ser transparente contra la opacidad de la pared. Extravagantes, puede.

Independientemente de todo aquello, ahora tú y yo somos seres únicos, de los que gritan al ver "que sexys son".

viernes, 4 de enero de 2013

Ballet para cornisas.

Corría el tiempo y a mi vera el frío del invierno colándose por la ventana, por la puerta, mal cerrada una boca, boquiabierta e impactada ante tus ojos, la nada en la inmensidad, la opacidad del cristal, las gotas de agua contra el agua... ¡déjame!. Déjame sola o ver tu rostro por última vez, la lentitud en el parpadeo, que yo solo pedía que aquí nunca nos atrapase el tiempo; y lloraba, tirada en el suelo y nadie vino a socorrerme, ¿sabes?, yo me sé de memoria la disposición de los lunares por tu cuerpo, el color de tus pestañas, los gestos insignificantes que de ti lo dicen todo...

Soy una sombra en la pared de tu habitación, un grito al oido.
No lo soy todo, pero soy más que el silencio.

Aprendí más de él escuchando tras la puerta que escuchando de sus labios los monólogos que inducían al bostezo, entrecortado por alguno de mis: "que interesante querido".
Esos desconocidos fascinantes, soñadores y escritores, yo encontré mi lugar entre ellos, entre los vasos vacíos, las muñecas dobladas mientras nos asomábamos por la ventana a mirarnos fijamente y sin fijarnos en el mundo.

Un viaje al infinito para esta pálida ante las lágrimas que caían a la pantalla del teléfono, lágrimas de colores y lágrimas de palabras provocando un cortacircuito en mis pupilas... y yo, escribiendo con este encanto eléctrico que os atrapa en mis tormentas.