jueves, 14 de febrero de 2013

Mapas al ocaso.

Llovía, recuerdo que llovía, que se mecían las hojas de las rosas de tu mano con el viento de un verano helado, sacrificando el tiempo de soledad por estar contigo, desagradecido.

Mil copas habrán pasado por mis labios, ron por mis venas, sin tesoro tu pirata se evaporaba en bares con las medias a la mitad de las piernas, las cruces y cadenas, tacones, el fuego de un encendedor ilumina mis ojos, rojos de odios infumables, sólo él comprende mis verdades asquerosas y no, no me quiere pero sabe de mi más que todos esos que aseguran que de mi escribirían un tutorial si quisieran.

Yo. A mi se me lleva el viento, me deshacen los días incómodos, las conversaciones de silencios. Me vencen, las manos temblando, respiración entrecortada empañando el cristal del bus, me vences. Superando mis márgenes, sin defensas en mis lineas labiales de combate entre carmín y afonía. 

Apoye sobre cristales y hielos las palmas de las manos y mis ojos, clavados en el cielo, perfilando mis pupilas las formas caprichosas de las nubes, el horizonte de sombras y destellos tras edificios altos de mi magnética ciudad. Capaz. Me siento capaz, con la fuerza y valentía de sostenerme a mi misma sin necesidad de tus cuerdas, no será necesario que me muevas a tu antojo, he aprendido a columpiarme sobre el tiempo y las excusas son la arena de mi suelo. 

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