domingo, 31 de marzo de 2013

Llueve electricidad.

Nada importa tanto y ya está claro que los capullos no regalan flores, camino entre verdades que me gritan bajo esta lluvia de plata púrpura... mírame; soñando con los ojos como platos bajo el soleado cielo del techo de tu casa, el humo y los decibelios de nuestra música de asesinos de rutinas, mentalidades calcadas, monotonías tatuadas en vuestras espaldas para que no olvidéis los trayectos, los trasbordos, las paradas y los metros... ¿con los que os miden?, si; sois autómatas programados para olvidar cómo sonreír y como alcanzar el placer de vivir, el placer de morderte el labio, bañar mis dientes en tu saliva, mirarte a los ojos encerrando mis pupilas en las tuyas o dilatándolas, podrías bañarte en mis ojos si el recuerdo del pasado vuelve a mi... ¿sabes?

Sólo sueño vivir en armonía con los jardines del palacio de la palabra, acariciar las rosas con la punta de los dedos, clavarme en sus espinas y desangrarme bajo el agua de la bañera.
Un baño de gasolina para una estrella en combustión, un destello rojo te deslumbra, rojo sangre, rojo fuego, rojo pasión, rojo carmín; el rojo de las uñas con las que te araño la cara, el cuello y la espalda; drogadicción servida en la aguja del tacón que te raya el parqué dibujando un corazón, una flor, una lágrima de astillas... clavada en el brillo de tus ojos.

Mírame; baila conmigo bajo esta lluvia de cristales, las ventanas rotas... el vaho del cristal distorsionó las luces de los coches y semáforos, fluorescentes, carteles y la luna dibujando con el índice atardeceres en el autobús. El tiempo pasa, tú no estás, yo vivo y soy feliz aunque te pese, claro.

Ya no tengo una venda en mis ojos, las cadenas de mis muñecas se oxidaron; hoy camino sola y me pierdo... y me encuentro, y tropiezo y aprendo y te olvido y vuelvo a sentirme viva sin depender de nadie, sin depender de ti.

Hoy me siento fuerte. Más fuerte que nunca, fuerte para siempre.



viernes, 15 de marzo de 2013

Por rellenar una ausencia

Despertó el sueño entre la tentativa de suicidio y las ansias de vivir, me rodeaban esos maniquíes de labios cosidos, torsos desnudos, dibujos en sus espaldas; el brillo de sus ojos fue mi reflejo fantasma al pasar ante él sin percatarme de su presencia y de un impacto contra mis hombros consiguió empujarme hacia la ventana del final, la única ventana de mi único final y caí, rompiendo los cristales, al vacío, mi caída en vertical, me hizo sentir el frío de una futurista ciudad iluminada entre neón y fluorescentes.

Cerré los ojos por miedos, miedo a sentir el impacto contra el suelo y mis huesos desencajando las verdades y desangrándome los sueños, quedarme inmovil, viendo como me muero, ese era mi miedo y así cerré los ojos.

Y los abrí, sacando la cabeza del agua, cegada por el sol de tarde, antropomórficas siluetas negras caminaban de un lado a otro, sin rumbo, sin destino alguno... estaba en el mar, en silencio conmigo misma, imitando el sentimiento de soñar despierto y no querer dormir por no despertar... ¿habré muerto?, aquello fue tan verdadero que dolió; dolió dentro, en el corazón, lo que tú llamarías alma.

Volví a sumergirme y abrí los ojos en el suelo, en el frío suelo de la fría noche en la que me empujó aquel desconocido recuerdo oscuro, con la suficiente fuerza como para impedir que me volviese a levantar del suelo, ahí podrían haberme encontrado, rota como una botella de cristal contra el asfalto, derramándome, goteando desde el borde del adoquín.  



jueves, 7 de marzo de 2013

Riesgo de altura

Todo estaba a oscuras, la llama del mechero iluminó mi rostro, el cigarro se encendió, el humo ahogó tus pulmones, abrió los míos.
Tomé aliento, levanté la cabeza, la mirada, no el ánimo.
Arañé una vez más la ventana con el índice, escribí un "fin" en el vaho del cristal.
Te odio. Te admiro. No soporto cuando estás conmigo y si te vas me hundes ¿sabes?
Procura no respirar, no hablar, no pestañear, no perder detalle del momento en que mi pupila se encierre en sí misma por enfocar tu rostro con mis ojos. Mi humo, mi combustión vuelve a ahogarte.

Estática, en riesgo de altura deslizando mis pestañas entre las tuyas, estás tan cerca de mi que puedo beber de tus ideas con mi mente, escuchar tus latidos con el roce de mis dedos. Mágicos.
Guardo mil recuerdos impresos en papel de liar en mi caja torácica junto a un corazón rajado, mal cosido, mal curado, mal herido... se desbordarán mis sueños al caer dormida, la gravedad pudo conmigo; tú no.

Me harté de luchar en vano, de levantar mi cuerpo, alzar cada mañana este saco de huesos hasta el ocaso de mis fuerzas y derrumbarme de nuevo por los vientos de tus pasos.
Me has dejado en mitad del desierto más helado. Me has dado por muerta en tu memoria.
En tu memoria ya no existo, sólo existe esta escultura, esta maniquí, esta muñeca...
Aquí está esta muñeca, sin desmaquillar, sin desvestir, sin despeinar... tan callada e inmóvil como siempre; sentada en la ventana como siempre; hablándome de mi... como siempre.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Pestañas de alambre

Indiferencia, fría, en mi rostro como el hielo de esta madrugada, te acaricio con las manos heladas y una lágrima de sal y alcohol se precipita hacia mi espalda, pues no sería esta la primera vez que me cruzas la cara sin ni siquiera tocarme.

Me siento tan pequeña que tú te haces gigante.

Sostengo el arma en mi mano, el cielo ha oscurecido, sostengo entre las manos el odio en forma de espejo; mírate, ¿ves tu faz reflejada?, los ojos con los que te miran quienes te temen. Yo me siento valiente. Valiente para morderte, besarte y volver a casa manteniendo los colores de mi horizonte. Nada torna en gris. 

Si quieres, puedes mirar las curvas sin límite de velocidad de mi sombra tras la ventana del hotel.
Te ahogarás en un vaso de agua, yo en uno de vodka y quemaré en mis labios los colores de la sombra que dibuja mi intelecto cuando el corazón oprime, presiona si se hace grande, si se unen las dos mitades para que luego te las lleves. No. No merece la pena la tristeza, la agonía e incertidumbre. Nadie me devolverá las lágrimas que por tu culpa he gastado, ni vendrán a cobrarme las sonrisas que por ti, se suspendieron de mis mejillas . Me voy con lo que tengo, lo que se fue no volverá y lo que queda por venir aún no está conmigo. 

Arrastrando las maletas por la calle, ya es de noche, como siempre se hace tarde.
Los tacones hacen eco y los gatos me miran descaradamente, las luces de esta ciudad brillan en el horizonte, me dirijo a ninguna parte sin ninguna intención de volver a verte pero con ganas de encontrarte.
Gracias, por todo, te lo agradezco como las servilletas del café.
Gracias por cuando has estado y cuando no... también.