viernes, 15 de marzo de 2013

Por rellenar una ausencia

Despertó el sueño entre la tentativa de suicidio y las ansias de vivir, me rodeaban esos maniquíes de labios cosidos, torsos desnudos, dibujos en sus espaldas; el brillo de sus ojos fue mi reflejo fantasma al pasar ante él sin percatarme de su presencia y de un impacto contra mis hombros consiguió empujarme hacia la ventana del final, la única ventana de mi único final y caí, rompiendo los cristales, al vacío, mi caída en vertical, me hizo sentir el frío de una futurista ciudad iluminada entre neón y fluorescentes.

Cerré los ojos por miedos, miedo a sentir el impacto contra el suelo y mis huesos desencajando las verdades y desangrándome los sueños, quedarme inmovil, viendo como me muero, ese era mi miedo y así cerré los ojos.

Y los abrí, sacando la cabeza del agua, cegada por el sol de tarde, antropomórficas siluetas negras caminaban de un lado a otro, sin rumbo, sin destino alguno... estaba en el mar, en silencio conmigo misma, imitando el sentimiento de soñar despierto y no querer dormir por no despertar... ¿habré muerto?, aquello fue tan verdadero que dolió; dolió dentro, en el corazón, lo que tú llamarías alma.

Volví a sumergirme y abrí los ojos en el suelo, en el frío suelo de la fría noche en la que me empujó aquel desconocido recuerdo oscuro, con la suficiente fuerza como para impedir que me volviese a levantar del suelo, ahí podrían haberme encontrado, rota como una botella de cristal contra el asfalto, derramándome, goteando desde el borde del adoquín.  



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