lunes, 24 de septiembre de 2012

Mis cartas sin destino ni palabras.

Yo debí haber sabido cuando dar la vuelta, pero puse la venda en mis propios ojos.

No debió haber existido aquel día, ni aquella tarde, ni siquiera debió haber aparecido en su vida nunca, pero ella no entiende de lógica y se deja llevar por los caminos que la razón no protege, nunca piensa en qué puede ocurrir, ni si ello puede ser fatídico, nunca piensa en el momento adecuado y después, con la mirada perdida en el horizonte de cualquier habitación revive ese momento, una y otra vez, como una espiral de golpes metafísicos a su ánimo y despierta de ese sueño creyendo haber caido de la cama, siempre espera que todo sea irreal y amanecer lejos de los recuerdos que arañan su corazón, ella es una ilusa, vacía de ilusiones y esperanzas me dice que ya no puede confiar en nadie, que todo está oscuro en los ojos de la gente y que las palabras son dibujos en un cristal empañado. Ella espera la lluvia. En la misma estación y a la misma hora y quizá en el mismo banco del mismo parque, frente al mismo sol de tarde, con la misma ropa y con su esperanza cobarde, con las palabras improvisadas de una estudiante ignorante.
Sentada, callada y sola, gira la cabeza con la esperanza de encontrarle, pero como siempre, no hay nadie.

Hoy se acuerda de todo aquello, del tren y las ventanas con el atardecer caoba y miel. Él. La calle, la casa, la puerta y aquel camino...

Ella debió haber sabido cuando dar la vuelta, pero puso la venda en sus propios ojos.

domingo, 23 de septiembre de 2012

"Tenemos que hablar" nunca sonó demasiado bien.

Con el café apoyado en la cornisa de la ventana, revosante de agua sucia de la lluvia, las últimas fotos desordenadas sobre la mesa y mi dolor de cabeza hoy limpio el pasado de polvo y telarañas, y de toda la música y las palabras que mi oido atrapó.
Antes sonaba mi teléfono por las noches y algún que otro amanecer, con tus cuentos me llamabas princesa de ellos, y yo, ¿acaso no podía ser más estúpida y creerte?, y lucir esa sonrisa tonta que hace meses que mis labios no dibujan, porque hoy soy solo un rostro pálido y triste, un desierto de hielo que no habla si no es necesario por miedo a prometer demasiado, una nube de esperanzas rotas que no escucha demasiado por miedo a creer alguna promesa, de uno de esos malabaristas de palabras tan geniales, que no genios, simplemente son geniales.
No quiero que vuelvas pero espero volver a verte, si soy una contradicción lo soy porque a día de hoy nadie ha hecho brillar tanto mis ojos como tú, sea por felicidad o por lágrimas.
No distingo las horas de los días, ni siquiera los meses, hoy por hoy el tiempo pasa demasiado lento o demasiado rápido, o lo suficientemente frágil como para querer esquibarlo por no romperlo en cientos de miles de momento amargos, de esos que te hacen suspirar, mirar al cielo y esperar despertar en otro tiempo y en otro lugar.
Con la taza de café revosante de agua sucia, con las últimas fotos perdidas y con este dolor de cabeza de el continuo estudio, me he quedado dormida sobre un libro en blanco lleno de palabras que no dicen nada, y miro en la ventana y en este momento en Madrid, hoy sigue lloviendo.