domingo, 23 de septiembre de 2012

"Tenemos que hablar" nunca sonó demasiado bien.

Con el café apoyado en la cornisa de la ventana, revosante de agua sucia de la lluvia, las últimas fotos desordenadas sobre la mesa y mi dolor de cabeza hoy limpio el pasado de polvo y telarañas, y de toda la música y las palabras que mi oido atrapó.
Antes sonaba mi teléfono por las noches y algún que otro amanecer, con tus cuentos me llamabas princesa de ellos, y yo, ¿acaso no podía ser más estúpida y creerte?, y lucir esa sonrisa tonta que hace meses que mis labios no dibujan, porque hoy soy solo un rostro pálido y triste, un desierto de hielo que no habla si no es necesario por miedo a prometer demasiado, una nube de esperanzas rotas que no escucha demasiado por miedo a creer alguna promesa, de uno de esos malabaristas de palabras tan geniales, que no genios, simplemente son geniales.
No quiero que vuelvas pero espero volver a verte, si soy una contradicción lo soy porque a día de hoy nadie ha hecho brillar tanto mis ojos como tú, sea por felicidad o por lágrimas.
No distingo las horas de los días, ni siquiera los meses, hoy por hoy el tiempo pasa demasiado lento o demasiado rápido, o lo suficientemente frágil como para querer esquibarlo por no romperlo en cientos de miles de momento amargos, de esos que te hacen suspirar, mirar al cielo y esperar despertar en otro tiempo y en otro lugar.
Con la taza de café revosante de agua sucia, con las últimas fotos perdidas y con este dolor de cabeza de el continuo estudio, me he quedado dormida sobre un libro en blanco lleno de palabras que no dicen nada, y miro en la ventana y en este momento en Madrid, hoy sigue lloviendo.

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