Con el café apoyado en la cornisa de la ventana, revosante de agua sucia de la lluvia, las últimas fotos desordenadas sobre la mesa y mi dolor de cabeza hoy limpio el pasado de polvo y telarañas, y de toda la música y las palabras que mi oido atrapó.
Antes sonaba mi teléfono por las noches y algún que otro amanecer, con tus cuentos me llamabas princesa de ellos, y yo, ¿acaso no podía ser más estúpida y creerte?, y lucir esa sonrisa tonta que hace meses que mis labios no dibujan, porque hoy soy solo un rostro pálido y triste, un desierto de hielo que no habla si no es necesario por miedo a prometer demasiado, una nube de esperanzas rotas que no escucha demasiado por miedo a creer alguna promesa, de uno de esos malabaristas de palabras tan geniales, que no genios, simplemente son geniales.
No quiero que vuelvas pero espero volver a verte, si soy una contradicción lo soy porque a día de hoy nadie ha hecho brillar tanto mis ojos como tú, sea por felicidad o por lágrimas.
No distingo las horas de los días, ni siquiera los meses, hoy por hoy el tiempo pasa demasiado lento o demasiado rápido, o lo suficientemente frágil como para querer esquibarlo por no romperlo en cientos de miles de momento amargos, de esos que te hacen suspirar, mirar al cielo y esperar despertar en otro tiempo y en otro lugar.
Con la taza de café revosante de agua sucia, con las últimas fotos perdidas y con este dolor de cabeza de el continuo estudio, me he quedado dormida sobre un libro en blanco lleno de palabras que no dicen nada, y miro en la ventana y en este momento en Madrid, hoy sigue lloviendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario