lunes, 23 de junio de 2014

Labios pálidos

El pelo recogido, los párpados de mis ojos negros, pintura que se disuelve en la rabia del momento, ocultos tras la opacidad de unas gafas de sol y el único color que hay en mi cuerpo son mis labios rojos. Un vestido negro cubre este cuerpo tan pálido, y unos tacones con el brillo del charol elevan mi alma que sin duda sólo desea caer abatida sobre esta tierra mojada; mojada porque hoy llueve como nunca ha llovido y las gotas se fragmentan en contacto con la madera, esa madera que deslumbra barnizada, avanza con un paso lento. Todos estamos juntos pero, incapaces de mirarnos ni cruzar una palabra, tiemblan nuestros labios y llueven nuestros ojos.

Una tormenta que ha oscurecido las manos que sostienen ramos de rosas blancas, yo sólo sostengo una rosa roja y estoy clavando sus espinas en mi piel, sin contener el dolor tantos a mi alrededor se derrumban, caen como tú lo hiciste y siento como que nadie es capaz de distinguirme entre tanta lluvia, una lluvia torrencial, una lluvia que arrastra el tiempo, el dolor y las lágrimas.

Y camino tras el féretro, paso a paso, soy capaz de tocar el sufrimiento, me golpea el dolor de vuestros corazones y los gritos desalmados de tristeza arañan mis oídos.

Entonces sumergen el féretro esas cuatro cuerdas blancas en el final de una tumba abierta como un pozo, como si lanzasen sus mejores deseos de esperanza y armonía en forma de más de cien rosas blancas que caen sobre el ataúd. Yo sigo aferrada a mi rosa roja, desangrándome las manos pero sigo caminando, acariciando sus rostros, paso a paso, mirando en sus ojos aunque ellos no me vean, aunque ellos no me vean si me miran y lloran...

Lloran por mi, porque paso a paso voy desvaneciendo mis piernas y mis manos dentro del ataúd bajo esta lluvia de agua, lágrimas y rosas, bajo vuestra atenta mirada, bajo aquellas famosas palabras "el señor es mi pastor, nada me falta.."

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