viernes, 28 de diciembre de 2012

Como dibujos desanimados.

Se nos rompió el sonido al impactar contra el suelo. Ella, que soy yo, quedó en silencio y fue quien cortó los cables con un cristal que al quebrarse cayó a las baldosas, y te miré con los ojos de "jamás me lo perdonarás", lo sé, pero no importa demasiado si nos movemos en la cuerda de lo cínico, ¿no crees?.

Somos dibujos inanimados buscando las estrellas, buscando ese sonido, impacientando al tiempo...
Aun la recuerdo con los nervios entre los dedos, tras el cristal del autobús dibujando interrogaciones en el suelo con la punta del zapato. Un café en el que se refleja el contaminado cielo de esta ciudad y los tejados de los bloques; la voz singular de ese cantante al que solo cuatro escuchamos porque solo dos lo entendemos de verdad.

Cerrar los ojos, sentir el viento de las alturas... ¿y dónde estamos?, ¿y qué más da?, si eres feliz o si al menos olvidas la tristeza y tus motivos para llorar, podríamos estar en el horizonte de cualquier lugar, podríamos estar perdidos en el mar... ¿y qué más da?, si aquí no hay ruido, sin gritos que se rompan contra el suelo, sin cristales... solo estrellas, la espuma de las olas borrando nuestras huellas, inundándonos los pasos. Sin necesidad de alcohol, más etílicas que las palabras, que las alas que aportan las miradas, no existe licor, más dulce que la saliva de los besos...

Quizá yo estoy equivocada, pero este es un gran error... ¿no crees?

jueves, 27 de diciembre de 2012

La caida vertical.

Todo quedó a lo lejos y sus labios se cerraron como la esperanza de despertar de nuevo; alcé los ojos y encontré los suyos, mirandome fijamente pero no me veían, invisible e inperceptible... absurda.
Me sentía idiota, llorando ante un idiota. Llegó el viento arrastrando a la tormenta y la lluvia limpió la sangre de mis heridas como el tiempo limpió el dolor de mis recuerdos.

¿Cuál sería la ciudad infinita? y ¿dónde éramos tú y yo un "nosotros"?
Donde los tejados eran altos y podía acariciar a los planetas, bailar con los planetas, mirarte a los ojos y ver en ti tus galaxias, donde los secretos envolvían el suave roce de los dedos en la espalda. El rojo era el carmín y no el dolor, la oscuridad era azul y podíamos ver esas bombillas celestes, cambiar sus colores cada noche. Fugaz. Le pediré un deseo a las estrellas de tus pupilas que son fugaces si me apartas la mirada de los ojos.

"Átrevete a acompañarme"

Volvió la melodía al huir en pijama hacia el mar. El horizonte. Bailando en los tejados, en camisa y calcetines, caminando agarrados de la mano de puntillas entre las olas para no despertar al mundo, para que sigan durmiendo para que tú y yo, para que nosotros podamos seguir bailando...

jueves, 20 de diciembre de 2012

Lunáticos solares

    Cuando perdí la noción de la realidad y la ficción, de la verdad y la mentira y comencé a dudar de lo que mis propios ojos veían, mirándote a los ojos perdí lo poco que quedaba en mí de lógica.
    Nunca solté el acelerador del coche, no quise dejar de sentir el viento en los parpados, correr con los ojos cerrados o con la mirada perdida en las promesas de un lúnatico, a veces solo necesito gritarle al espejo que: ¡por qué eres tan idiota!; y como voy a contestarme, me quedo tan callada como antes, descosiendo verdades y promesas, atando dudas como nudos en el lazo de un suicida, como la de un suicida inmortal es mi agonia; ya no me sorprenden las estrellas fugaces de tu cielo, no me sorprende el brillo de tus galaxias, ni tus poemas cósmicos.
   Frente a un público desalmado este desastre de actuacción, con una silla y tu juego de corbatas atándome las manos, me clavas botellas de vidrio rotas por las noches de copas quiza... quien sabe, solo son cadáveres con los labios cosidos y los ojos bien abiertos, para no perder detalle del momento en que me pidas perdón.
    El ilusionista que acabo su función haciéndome desaparecer el corazón de entre las manos para poder aplaudirle con entusiasmo, y tarde, darme cuenta de que sin corazón no puedo bañarme las arterias del neón que me ilumine entre las sombras de la madrugada. Brillar como una estrella en el cielo de tu boca, al borde de tus labios, saltando al vacío sin perder la esperanza de caer en tus sueños.

jueves, 13 de diciembre de 2012

El billete del metro en el que te fuiste.

Volvería a vivir todo lo que he vivido, y a equivocarme otra vez en los mismos errores, para volver a llegar a este momento. Volver a llegar a conocernos, a estar juntos, a vivir todo lo vivido...

Desde aquí arriba y en camisa y calcetines, como mirando las nubes para elegir una y dormirme en ella, el viento de las alturas, incalculable e indescriptible, no es un frío intenso pero me mueve el pelo y cierro los ojos sin pensar en absolutamente nada más que en ti, siento como si pudiese volar, entre el suelo y la caida vertical, entre tus ojos y los mios, tus labios y los mios, un reducido espacio para respirar de tus pulmones, para que tires de los brazos de mi alma y prender con la mecha de una vela nuestros sueños. Nada importa. El tiempo no pasa cuando estoy contigo y cuando nos queremos dar cuenta se ha hecho tarde para el resto del mundo, para el resto de nuestra suma...

Un paso tras otro, manteniendo el equilibrio, mirando el horizonte, Madrid deslumbrando a las propias estrellas, un paso tras otro sobre los cables, una duda, pierdo por un instante el equilibrio, desde el ático, cornisa, mirador, azotea; al borde del mundo, sobre los cables Madrid se apaga, el cielo se funde y solo queda la luna, espejo para el sol vanidoso. ¿Yo?. Yo caigo al vacío, cierro los ojos y cuando los abro te estoy mirando, mientras me explicas los millones de motivos que tienes para no quererme, quiza los tengas para odiarme, grandes razones para hacerme llorar.

Sigo deseando que el tiempo no pase, aún si me estas hiriendo, porque cuando pase este momento, no habra mas momentos contigo y volvería a vivir todo lo que he vivido, y a equivocarme otra vez en los mismos errores, para volver a llegar a este momento.
Volver a llegar a conocernos, a estar juntos, a vivir todo lo vivido... Y aunque sea... volver a decirte adiós.

martes, 4 de diciembre de 2012

Las pupilas de los labios tienen forma de corazón.

En un segundo viene el viento de un invierno ya vivido y marchita las pocas flores que me quedan en la mano y se llenan los ojos de recuernos y agua, y ese agua se evapora y se secan las gotas de lluvia en mis brazos si bailé bajo la lluvia, nunca fue un bailamos, él no estuvo allí, por eso nunca estamos, por eso siempre estoy con la mirada perdida en el pasado, crees que las cosas solo pueden mejorar pero es como empujarte un escalon más, un paso más hacia la caida mas sincera y mas sencilla.
Sentada, colgandome las piernas, al borde de la mesa, mirando la caja negra de mi viaje, con miedo, porque ese viento de invierno me arrebata parpadeos.
De repente un día me levanto de la cama, con la misma cara de derrota y me miro al espejo preguntándome: ¿dónde olvidaste la sonrisa?, ¿cuándo olvidé como sonreir?, y suspiro y el agua fría de la ducha me rescata del sopor, pero sigo sin encontrar respuesta, como un día más me dispongo a contar las horas que me quedan con los dedos de las manos, esperando a que llegue de nuevo el momento de dormir y de en sueños encontrar la falsa realidad que al horizonte me sonríe y corre si me acerco, huyendo de mi, inalcanzable fin, punto y final de mis textos, inalcanzable realidad idílica donde no soy una muñeca de trapo descosida por el alma. Cuando todo parece perdido... apareces tú y mi mundo torna ante el inmenso amanecer de tus ojos deslumbrantes, y el horizonte está en mi mano y no hay sueño al que compararlo, ni que supere la realidad que estamos dibujando, uniendo las estrellas que nos deja ver el cielo, y temo cerrar los ojos y al abrirlos descubrir que todo esto ha sido un sueño.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Bombillas para el cielo.

Fin del primer acto; cuando nos quedemos sin palabras o nos quedemos sin ganas de pronunciarlas.

Llegará, aunque mientras dura esta mierda de anestesia ni lo piensas, ni se te pasa por la cabeza, pero llegará, ese fnal asqueroso que miramos bebiendo, bebiendo de botellas vacías y fumando, quemando el papel en la palma de la mano.
Las risas serán muecas y las muecas serán un rostro serio, con los ojos perdidos entre las baldosas.
Gris y azul, cielo acristalado, con barrotes y cadenas para no alejarme demasiado de mis condenas, de mis jaulas y las cajas que moldean y modelan a esta recluta.

Que preciosos aquellos tiempos en los que no pensabas acabar como un cristal roto en el suelo.
Que preciado el tiempo que perdiste creyendo sus falcias, hablas, mientes... callas. Y me dejas saltar al vacío confiada de que tú saltarás conmigo, pero me sueltas de la mano y todo se aleja, yo soy el final del tunel, esa luz blanca que deslumbra y que se apaga, en un infinito de preguntas y de dudas.
Una estrella sin constelación.
En un viaje imposible por mis fantasias, nunca seré musa de tu arte, porque yo no soy nadie.

Cuando acabe la tinta de mi bolígrafo y aceche el límite del folio, cuando nos quede una palabra sin decir será el fin.

martes, 13 de noviembre de 2012

Medias naranjas y otras mitades.

Frío, tanto como el de las madrugadas de Noviembre, con ese azul oscuro y gris amargo que sombrea este dibujo, he perdido el interés por mirarles a los ojos y a los rostros y a las palabras que no dicen y que en el fondo... son las que lo dicen todo, y no se callan nada.

Si por ellos fuese yo solo sería una sombra tras la cortina del hotel, la estúpida que dibuja corazones en el cristal de la ventada del taxi, una caja de papel que todo el mundo dice que guarda los tesoros más preciosos y horribles de la galaxia y cuando uno de esos atrevidos curiosos se acerca a mi ve que en mi interior no hay absolutamente nada, nada más que un vacío inmenso que inundaría el universo si no fuese porque me consumo bajo el cielo del otoño.
Salir de mi jaula para mirar arboles reflejados en los charcos de agua sucia del suelo del parque, para mirar los pasos cansados de los transeuntes, cada uno cargando con su propio plomo en la espalda, mirar a los ojos al sol que se esconde tras los bloques de esta urbe dispuestos en forma de dominó, caerán mis ojos cuando te vea de lejos y no habrá suficiente aire para mis pulmones cuando quiera decirte lo mucho que me cuesta sostenerme y no desvanecerme como una hoja, como una pluma, como un saco de huesos rotos, mal curados...

Unnilbio
 
Yo, la fumadora de vestido rojo y botas negras, la que dibujaba sin pinturas y escribia sin ideas, y tú eres ahora mis ideas y las pinturas.
¿Nosotros?, la obra de un artista, ¿no crees?
No, no creo demasiado pero al menos me sostengo.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Apagón celeste.

Cuando miro a tus ojos y me apartas la mirada y dejas de señalar el camino del que hablas, y dejas de hablar porque... ¿para qué gastar palabras en mi?, entonces me doy cuenta de que estoy perdida, de que tú te encontraste hace mucho ya y a mi solo me queda un desierto de caminos ilimitados, sin un margen sobre el que apoyar la espalda.

Me devuelves la oscuridad de las tardes que se convertían en noches frías, con el frío del parque, y con el frío de colgar los telefonos sin "te quiero" que decirte, que dedicarte o que sentir por ti, ¿cuándo perdí la ilusión por verte?, ni yo misma lo sé, pero ese día llegó y llegó este rostro serio, desencajado y pálido y no era bueno para mi saber de tu infinita ilusión por verme cuando yo empecé a odiar cada segundo del tiempo que pasaba contigo, como una mentira pintada de colores vivos, una mentira que me empujaba hasta el límite de este avismo inmediato, pero soy una cobarde y debí haberlo roto todo desde un primer momento, haber dejado caer la poca confianza y romperse en dos pedazos y no entonces que deje caer casi una porción de mi vida y se fracturó en diminutas gotas, ¿cómo recoger las lágrimas del suelo?, no puedo recuperar el tiempo ni olvidar el conocimiento, ser una idiota bajo el agua de la ducha, sobre los charcos de la lluvía planteandome cómo he llegado ha ser todo esto, cómo llegué a este punto del camino, a dejar de ver futuros y a ese punto sin avance ni retorno, sin señales que me indiquen que hacer cuando la agonía son cadenas en los tobillos, en el fondo de una piscina mirando hacia arriba y viendo la realidad distorsionada.

Naúfragos del mismo oceano, solo espero que cuando nos encontremos no sea demasiado tarde y que nunca se nos agote el tiempo.

Heridas en los labios.

Quizá no debimos conocernos, al igual que no debí llorar al girarme en aquella estación de metro en la que nevaba indiferencia, cuando me derrumbé por el temor y la impotencia y porque me pierde mi boca y el hablar sin pensar y sólo uno de los cientos de los miles de millones de autómatas que caminaban a mi lado me sostuvo en el aire y apartó el pelo de mi rostro para preguntarme que me ocurría y porqué derrumbarme por algo tan banal, pero quizá no carecía tanto de importancia y aquello iba a costarme más que construir una galaxia de diamantes y me iba a pesar más que un cielo de plomo, hoy me pregunto muchas cosas, ¿dónde estaba yo y mi sentido común?, o a lo que llamo ahora sentido comun es miedo.

No debiste haberme hablado, o haberte hablado yo, o habernos contestado y habernos conocido aunque sea de lejos, lo poco que sabemos del otro es suficiente como para prometer castillos de hielo bajo un sol de agosto, he perdido el norte y no sé como salir de este laberindo de paredes a media altura, de esta agonía, de esta melodía eterna y repetitiva en mi cabeza, de los gritos frente al espejo, de romper los hielos contra el suelo, de caer al suelo, de no poder mirar a mis propios ojos, cómo voy a seguir fingiendo una sonrisa que no se sostiene si lo que quiero es alejarme del horizonte más allá de las metas de llegada de quienes se proponen ser útiles y pragmáticos vividores.

Yo, que me pregunto el por qué de todo, no encuentro respuesta de nada, me quedo sola, sin nadie, y vuelvo a empezar en este bucle infinito de diálogos conmigo misma y con mis copas de agua salada para estos labios con heridas.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Espejos rotos.

Desenterrando los instantes precendentes al llanto, a la sonrisa y al bloqueo de unos labios tensos, muertos del miedo y a punto de gritarte, como las canciones que no entiendes, como los cruces que te saltas de madrugada de vuelta a casa o a la rutina, con el cielo aún oscuro despertando de su asombro, de una noche de estrellas artificiales que se ven desde las nubes, de las luces de una ciudad que nunca duerme, insomnes bailarines en calcetines y semidesnudos de preocupaciones y de dudas.

Debimos vivirlo así, y despertar en la terraza de una casa sin relojes y sin alarmas que despierten la consciencia, ser conscientes de que nada de aquello era eterno y pensar que ese magnífico momento entre el café y el quinto beso sería otro error, otro arrepentimiento y otras ganas de venir y verme, en segunda persona y alejarme de ti, tirando fuerte de mis brazos y arrastrandome las piernas, bajando esa escalera eterna, espiral eterna que nos baje al mundo desde aquella parcela del desconocimiento y felicidad, vacía de inseguridades pero llena de apariencias, dislocar las emociones y desconectar los sentimientos de un motor semiapagado que bombea y que hace ruido, demasiado ruido cuando intento buscar la lógica de todo y retumba en este fondo vacío, creando el eco. Gritando.

Aqui estamos, entre la agonía y la pasión de vernos como en marcos de cuadros de antaño, de oro y tallados por el mejor escultor, el guión mejor escrito por la mejor pluma en la mejor mano, de algún loco crítico responsable de nuestra imagen que se olvidó de nosotros y nos empujó a la deriva de un barco de papel escrito, en blanco.

martes, 6 de noviembre de 2012

Reloj sin segundero.

Cuantas veces pensé en la soledad estando con ellos, sin llenar el vacío bruto de un interior frío, de un torax de hielo para un corazón quemado.

Muertos en la calzada, pálidos y con las ojeras de cien noches huyendo de los sueños, sin cruzar palabra ni mirada alguna, con las manos arañadas del asfalto, con las uñas arrancadas por los nervios, con los ojos inhundados porque es mas fácil hacer daño... y tú lo supiste antes que yo y siempre juegas con ventaja, y siempre todo está en mi contra y yo, sola ante las tormentas y ante el tiempo, ante el invierno y las dudas, ante diálogos como crucigramas, como adivinar tu próxima frase y quedarme sin palabras, y sin tiempo, sin cartas y perder el norte, las formas, los nervios y perder el conocimiento. Despertar lejos.

Solo quiero un caballero sin caballo ni armadura, ni espadas con las que atravesarme el corazón, sin unos ojos de plomo a los que les pese mirarme y sin los labios soldados para jamás hablarme, sin un corazón de hojalata que se oxide con el aire que se atrapa entre los labios si me besa.

Quizá aquel tenía razón y yo debi haber avandonado mis ilusiones cuando aón no era demasiado tarde, y no dejar embaucarme y perderme por el mundo de la esperanza y de los sueños, donde él era perfecto y yo no era tan estúpida.

Solo quiero que me quieras y quererte.
Solo buscabas una cara bonita a la que gritar lo que esta soledad te da y te quita.

Y cada vez que me quiero ocultar, tú... tú me conviertes en gigante.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Mis palabras son vapor de cristal.

Yo, que escapé del ajetreo, del bullicio, de los cuentos de principes y de los terremotos emocionales de una solitaria pareja con los labios cosidos, solo buscaba una puerta al cielo, o a un pedazo de los sueños de un escritor sumergido en delirios, seguir un camino de hojas secas hacia el sol, aquel sol de tarde que me ayuda a recordarle, fue como el fragmento de un film abstacto en el que nadie sabe muy bien que decir, ni que callar, sin luces que apagar para esta autómata maníaca establecida en el incencio de la lluvia, gritando bajo tu ventana, y cantando esas canciones que nadie escucha.

Pero hoy no.

Alli estaba yo, descalza sobre el mundo y mirando la tormenta acercarse, boquiabierta deje caer la botella, deje caer las palabras, deje caer la esperanza, deje que me empujaras, por mucho que me cojas de los hombros y me zarandees, por mucho que me grites no voy a despertar de este sopor, porque la tormenta me ha atrapado en su infinito horizonte, en el bucle implacable de las estrellas, bailando con los brazos abiertos rozando con los dedos el mar y el cielo.

Pero hoy no.

He mirado a tus ojos y he sonreido, y he visto el sol de tarde reflejado en tu pupila y he sentido que bailabamos con la tormenta, he mirado a tus ojos y hemos abierto todas las puertas, hemos apagado todas las luces y hemos despertado entre constelaciones...

Pero hoy... hoy no.

Por ti, por mi y quizá por nosotros.

Con las luces apagadas y con el otoño en las paredes de mi jaula, mi azotea inhundada de ideas y recuerdos, agua estancada que fluye por los ojos, por el rostro, por mis manos si consigo atrapar una de las lágrimas que huyen de mi soledad y de la tristeza de los libros que leíamos por las tardes, con el sol de frente y el invierno a nuestra espalda corremos hasta agotarnos, hasta apoyarnos en las rodillas y respirar, ¿pero qué respiramos?, el oxigeno que buscamos encerrados en estos frascos como luciérnagas, dos tarros uno frente a otro, y solo puedo verte y tocarte desde mi cristal como una ilusión como si mi mano se colocase junto a la tuya. Tenerte cerca y no poder tocarte. Ni escuchar tu voz, ni mirar tus ojos, pero sé que estás ahí porque te veo, porque me ves y sonreimos pero es efímera la sonrisa que se borra en la agonía de querer y no poder escapar. Jamás he oido tus palabras, ni he sentido tu respiracion más allá del vaho del cristal, y me matan las ganas de saber de ti, extraño, enigmático brillo entre el humo de la ciudad, de los cigarros y de los odios que se queman en el horizonte.

No puedo dejar de lado las ideas, y escribo en aquella mesa, pegada a la ventana del café, mirando embobada la lluvia sobre el cristal, sobre la acera, sobre tus pasos y los ojos que me miran, ¿qué esperaban de mi?, aún sigo preguntándomelo, y cuando no encuentro respuestas, recojo lo poco que me queda, y dejo escrito en la servilleta del café que prometas no volver a prometerme más promesas.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Posits de colores para historias grises.

Vete, deja de mentirme y de intentar ahogarme en bañeras de agua fría, con ese toque dulce que dibuja tu sonrisa a cada lágrima que escupo, si no me dejas ni sangre en las venas, ni un corazón tras las costillas. Todo esto es una cárcel sobre la que arrojas continuamente copos de nieve, del invierno gris que proyectaba el cielo sobre el barrio, y sobre la ciudad y sobre nuestras discursiones a la inversa o a cámara lenta.

Siento que no avanzo, que a cada paso que doy me agarras de los brazos para prometerme que son ilusiones ópticas las verdades que soy capaz de tocar con las manos.
Mis manos, mojadas por la lluvia al intentar escapar por la ventana, no haré una escalera atando sábanas, ni voy a luchar contra dragones que custodien mi castillo; solo quiero abrir la puerta y tirar tus maletas a la calle.

Mi reflejo en los marcos, en los espejos rotos en el suelo, en tus cartas que se queman por combustión espontánea de mis sentimientos; los tacones que rayaban el suelo hoy estan rotos, y mi lápiz de labios ya no dibujara más besos, los barrotes se han torcido y de un salto rompo el vacío, como las cuerdas de una guitarra que no puede gritar más, ni quejarse de forma acustica.

Ya que mi voz se apaga y que mis ojos no brillan lo suficiente para guiar barcos a buen puerto, ya que mis manos solo son huesos dejo la pluma en la almohada junto a mis notas y dos o tres folios en blanco, y me voy, ¿a dónde?... ¿quién sabe?

jueves, 1 de noviembre de 2012

Tenía que ser así, ¿no?

Fue como quedar colgada de un fino hilo blanco, balanceandome en el vacío, en la oscuridad y en la luz al mismo tiempo, fue como si me hubieses empujado desde el borde del edificio más alto de este mundo, y aún así mantuve la sonrisa, y no hay nada de lo que más orgullosa me sienta que de haber mantenido la cabeza alta aún con el corazón por el suelo y de haberte mirado a los ojos sabiendo ambos que tu mentira es un grito al cielo, sabía que esa sería la última vez que te tendría frente a mi y podría haberte dicho miles de cosas pero no dije nada en especial, "ya me contarás", absolutamente nada más, una última mirada a tus ojos, dos pasos para darte la espalda, tres para alejarme y una vida entera para no volver a verte, y cuando ya has vivido ciertas situaciones como yo, estas cosas las ves claras, y tan clara la vi así fue, no he vuelto a saber de ti y tampoco quiero, porque esa era tu intención.

No me derrumbé y esa es mi victoria personal, cada paso hacia adelante dejándote aún más atrás desgarraba mi corazón pero ni una lágima se deslizó por mis pestañas, ni mi voz tembló ni dudó, simplemente cerré los ojos y respiré mientras me alejaba de ti y asumí que te había idealizado, convertido en un todo pero que tú no eras nada, al menos para mi y aún más en ese momento.

Te vi como un completo desconocido y me ayudé a mi misma para conocerme más, tú no eras quien yo creía, ni quien yo quería, ni habríamos sido lo que yo hubiese querido, y es mejor así, siendo tú un desconocido y yo siendo hoy más fuerte, con una cicatriz en el alma que me lo recuerda cada vez que te recuerdo, pero sigo sin llorar por ti y mientras tanto todo seguirá siendo distinto

Estrellas y asteriscos.

Quizá la silueta semidesnuda de una idiota fumando en la ventana sea la mejor forma de explicar estas noches descafeinadas, en las que ni la codicia por tus besos ni el cansancio de mis ojos me arrastran a la cama, ya estoy cansada de bailar con la almohada y de los abrazos de las sábanas y la ciudad se ve mejor a oscuras, créeme, aún recuerdo los momentos en los que él y yo fuimos nosotros si es que existieron esos momentos y no son otro delirio de esta loca que te escribe cartas con los labios, pegados al papel, dejándome el carmín y la piel en promesas, y esque esta vida es del grosor de un sencillo de tren, para ir a verte o para volver de tus sueños.

Mis odios y las caricias de tus labios se unen en un mismo vértice, como puntos de sutura para mis heridas, rectilíneas y uniformes.
Las carreras de mis medias ya no escriben tu nombre tras mis piernas, y hoy, que no me queda ni mucho ni nada, me queda poco, poco tiempo y pocas ganas de mirar doscientas veces el reloj en el mismo minuto y así tomarte un poco más de asco por tu impuntualidad, llevas toda mi vida de retraso y no apareces, yo te busco y solo topo con mediocres y con ratas que no aprecian ni el color de mis pestañas.

Decías que fuese feliz sin importarme hacerle daño a alguien o no, porque los demás no dudarían en hacerlo para ser felices, decias tantas cosas que ahora me son tan útiles... a veces no se si odiarte o quererte por todo el mal tan bien hecho que me provocaste, a veces no se si admirarte o repugnarme de ti y como no se que hacer, ni que pensar, ni que soñar, apago el cigarro en la luna y me voy a descolgar los teléfonos y a parar los relojes.

Ojalá no vuelvas nunca o mejor diré hasta mañana.

martes, 23 de octubre de 2012

El edificio sin paredes.

Se proyectaba mi vida en aquella pared gris, con la pintura arrancada por el tiempo y los ladrillos gélidos de los bloques avandonados.
Mientras tanto, tú haciendo el ridículo y sin hablar porque ambos sabemos que cada palabra de tus labios carece de sinceridad y de cariño, solo quieres hacerme daño.
Yo, sin valor en absoluto para mirarte a la cara miro al suelo.
Aquí estoy haciendo el inepto, podría pasar de ti y estaría mas contenta pero no me atrevo, no me atrevo a hablar porque puede que avandones mi habitación, dejes las flores marchitas en el jarrón y el café frío en la taza y te olvides de mi cara para siempre, un siempre que no dure nada y que irrisoria estampa o imagen o fotograma de mi trémula película, de la mierda de agonía que me atrapa y que me enjaula, y ya no son cantos de sirena, son gritos de niñata sobre la ciudad de los cruces y las calles infinitas si olvidas como volver a casa, son mis gritos sordos, vacíos en mi afonía, tus manos en mi cuello apretándolo con fuerza y no verás en mi la duda ni la falta de aire cuando hablemos, no temblará mi voz ni apartaré la mirada.
No soporto esto pero estoy acostumbrada, pero no soporto haberme acostumbrado a ti, que eres un insoportable incapaz de querer a nadie pero queriendo que todos te amen locamente, creyéndote tan fascinante, si tú no eres nadie y un día lo fuiste todo, y un día me hiciste dudar de mi misma y me vi bajo el agua de la ducha. Aunque me cortases en ese preciso momento, abriéndome en canal los brazos no verías una gota de sangre derramarse, mis venas, serían tuneles lúgubres y avandonados de cualquier resquicio de vida, vacías, de un corazón vacío que no se llena con el tiempo y que cada día se hace más grande y más insoportable.

De un corazón de hojalata que se oxida cuando llueve.

martes, 16 de octubre de 2012

Ven y nos odiamos un rato.

Tras la máscara de plumas y lentejuelas no siempre se encontrará tu esperada cenicienta, quizá esté yo con mi pálido rostro y mis ansias de tirar por la ventana una vida sellada en cajas, con la tristeza de los días grises aunque estemos en verano, de la lluvia y los relámpagos, cruzando el cielo de tus días soleados o de mis labios rajados por hablar demasiado y escuchar aún más; me quedé sin palabras para defender mis esperanzas y no hay música en mi baile, ni luces de colores, ni brillo en los ojos, ni vida en mi vida, y camino como si el mundo apoyase su peso en mis hombros, con huesos de plomo y como si sus dedos señalándome me reprochasen que no doy todo lo que esperan de mi.

Yo de ellos no espero nada, de él aún menos, porque qué puedo esperar de ti, que quizá jamás leas esto, que cada vez que apareces en mi vida, que tengo tu asquerosa cara frente a mi y que tus palabras vuelven a provocarme el desorden, me arrebatas y derrumbas los argumentos y la poca felicidad que haya ahorrado como si se tratase de palacios de naipes construidos en el aire.
Bajo la tormenta y su borrasca de soledad, de odio y rencor hacia ti, bajo el cielo azul de los cuadros no hay más que un blanco por pintar, bajo el maquillaje hay un rostro demacrado, y como ya te dije, bajo mi odio hay un profundo amor imposible e insalubre, que me araña el alma con sus garras oxidadas y construye ilusiones que planeas saltar por los aires.

Si, tengo la sensación que por más que corra y huya de ti, por todas las puertas y ventanas que cierre, tú siempre encontrarás la forma de volver a estar frente a mi. Y eso me produce esta agonía y miedo. Pero más miedo me produce pensar que las últimas palabras que pronuncié a tu oido y que la última vez que te tube frente a mi, serán realmente las últimas y que jamás volveré a saber de ti.

Nos veremos en mi próximo entierro, ¿no?

miércoles, 10 de octubre de 2012

Equilibrios en el margen de cuadernos.

Bailamos, nos damos la mano y sin siquiera mirarnos a los ojos ni preguntarnos el nombre nos evaporamos como el agua de los hielos de las noches en que a oscuras yo pasaba siempre en vela, tan sola como una partida de ajedrez sin rival.

Bailamos, y tu agonía se disuelve en la saliva de los besos, y mi odio al mundo enmascarado se desnuda y me despisto siguiendo tus pasos, ¿me miras o te miro?... o nos miramos, o el tiempo ya no es tiempo, solo son los gritos de las agujas de mil relojes parados, que nunca pase el tiempo si tú y yo estamos juntos, aunque te desconozco, aunque te desconozca; aunque nunca te conozca demasiado... esta balada infinita hará que no caigamos en el olvido.

Bailamos y el mundo se desvanece, las personas y las paredes desaparecen y quedamos a la intemperie de esta ciudad por la noche, aunque el cielo no brille y el horizonte sea un cristal roto.

Tú, el espejo que sostiene la mitad de un corazón, y aunque la otra mitad solo sea un reflejo hace tanto que no lo veo completo, que no importa si te pierdes en el baile, que me pises o te equivoques, que no importe si me pierdo en nuestro baile, que te pise o me equivoque demasiado, que no importe absolutamente nada si nunca nos soltamos de las manos para seguir bailando.
¿Bailamos?

martes, 9 de octubre de 2012

Me siento de cartón bajo la lluvia

Ven, vamos a tocar el humo de los bares en los que nunca estuvimos y dejamos de conocernos el día en que nos miramos a los ojos para mentirnos despiadadamente, para prometerme cuentos de hadas ya tengo a mis libros. Gracias cielo, solo encontraste la estrella que se esconde tras la nube, por miedo a desnudarse demasiado, tras el biombo y perder la cuenta del tiempo, nunca recibí tus cartas y nunca envié las mias por miedo a perder los papeles, y el horizonte y perderme aún caminando por la línea recta que tus dedos dibujaban en mi espalda.

Tú tampoco buscabas a nadie demasiado especial, solo demasiado imposible.
Yo también quería encontrar la sonrisa en otros labios; pero solo encuentro gritos.

Vamos a irnos mientras nadie nos mira, aunque las puertas estén cerradas, aún con los tacones y las copas medio llenas, porque quién dice que para volar necesitamos alas, o que para quererte necesito saber que aunque mis ojos se desgasten y no puedan mirarte estarás junto a mi, y que aun sin ojos pueda verte.

No deberíamos necesitar desconocernos para amarnos y enamorarnos de lo que creíamos haber visto, pero es esta costumbre de hacerlo todo tan imposible y tan imperfecto, y buscar que sea exacto en una estúpida ecuación, tú siempre fallas y yo me canso de sumar si este más... siempre resta.
No digas nada, vete.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Mis cartas sin destino ni palabras.

Yo debí haber sabido cuando dar la vuelta, pero puse la venda en mis propios ojos.

No debió haber existido aquel día, ni aquella tarde, ni siquiera debió haber aparecido en su vida nunca, pero ella no entiende de lógica y se deja llevar por los caminos que la razón no protege, nunca piensa en qué puede ocurrir, ni si ello puede ser fatídico, nunca piensa en el momento adecuado y después, con la mirada perdida en el horizonte de cualquier habitación revive ese momento, una y otra vez, como una espiral de golpes metafísicos a su ánimo y despierta de ese sueño creyendo haber caido de la cama, siempre espera que todo sea irreal y amanecer lejos de los recuerdos que arañan su corazón, ella es una ilusa, vacía de ilusiones y esperanzas me dice que ya no puede confiar en nadie, que todo está oscuro en los ojos de la gente y que las palabras son dibujos en un cristal empañado. Ella espera la lluvia. En la misma estación y a la misma hora y quizá en el mismo banco del mismo parque, frente al mismo sol de tarde, con la misma ropa y con su esperanza cobarde, con las palabras improvisadas de una estudiante ignorante.
Sentada, callada y sola, gira la cabeza con la esperanza de encontrarle, pero como siempre, no hay nadie.

Hoy se acuerda de todo aquello, del tren y las ventanas con el atardecer caoba y miel. Él. La calle, la casa, la puerta y aquel camino...

Ella debió haber sabido cuando dar la vuelta, pero puso la venda en sus propios ojos.

domingo, 23 de septiembre de 2012

"Tenemos que hablar" nunca sonó demasiado bien.

Con el café apoyado en la cornisa de la ventana, revosante de agua sucia de la lluvia, las últimas fotos desordenadas sobre la mesa y mi dolor de cabeza hoy limpio el pasado de polvo y telarañas, y de toda la música y las palabras que mi oido atrapó.
Antes sonaba mi teléfono por las noches y algún que otro amanecer, con tus cuentos me llamabas princesa de ellos, y yo, ¿acaso no podía ser más estúpida y creerte?, y lucir esa sonrisa tonta que hace meses que mis labios no dibujan, porque hoy soy solo un rostro pálido y triste, un desierto de hielo que no habla si no es necesario por miedo a prometer demasiado, una nube de esperanzas rotas que no escucha demasiado por miedo a creer alguna promesa, de uno de esos malabaristas de palabras tan geniales, que no genios, simplemente son geniales.
No quiero que vuelvas pero espero volver a verte, si soy una contradicción lo soy porque a día de hoy nadie ha hecho brillar tanto mis ojos como tú, sea por felicidad o por lágrimas.
No distingo las horas de los días, ni siquiera los meses, hoy por hoy el tiempo pasa demasiado lento o demasiado rápido, o lo suficientemente frágil como para querer esquibarlo por no romperlo en cientos de miles de momento amargos, de esos que te hacen suspirar, mirar al cielo y esperar despertar en otro tiempo y en otro lugar.
Con la taza de café revosante de agua sucia, con las últimas fotos perdidas y con este dolor de cabeza de el continuo estudio, me he quedado dormida sobre un libro en blanco lleno de palabras que no dicen nada, y miro en la ventana y en este momento en Madrid, hoy sigue lloviendo.