jueves, 26 de septiembre de 2013

El desorden de las pestañas.

Miras, ¿qué coño miras?, ¿la desfachatez?, ¿la ira en mi mirada?, ¿el frecuente uso de insultos y palabras malsonantes que vomita mi sereno discurso?, y dirás una autentica dama no diría esas barbaridades, pero en este juego hay cien millones de "damas" más, y aún así yo no soy dama, no, yo soy peón y dejo el 78% de mi carmín en el filtro del cigarro y el restante entre copas y labios de almas vacías que sienten que una caricia será capaz de reanimar ese corazón inanimado... pero, ¿quién soy yo para hablar?, si mi mente es el complicado mecanismo de un reloj de antaño y tu conocimiento son las pilas ¿desgastadas? - no - malgastadas de un cronómetro digital...

Yo del tiempo ya no espero nada. Yo miro el cielo mientras llueve tumbada en la mitad de la autopista y sintiendo la velocidad de tu prisa... yo... yo no sé quién soy, no sé que mierda esconden mis ojeras de insomnio ni qué atrapan mis momentos de lucidez mirando el grifo gotear sobre mis manos... yo, yo me sumerjo hasta el final de la bañera con los ojos bien abiertos y toco el universo cuando a punto de ahogarme vienes a rescatar mi cuerpo, alertado por el rebosar de agua de la bañera, por el rastro de lágrimas y silencio que dejé al darte la espalda y alejarme... moribunda por ver bajo mi piel los nombres de quienes grabaron su pasado y arde mientras me la arranco a tiras, mis escamas, las plumas de mis alas... 

La tinta inyectándose lentamente, las agujas... parece y es tan diferente a la anestesia y al placentero sabor de la sangre en mi boca, a besar la muerte con los ojos vendados, a sentir el frío de las sábanas blancas mientras las luces me deslumbran y desnudo mis ideas bajo el enfoque de tus páginas... muere tu musa y ¿quién se quedara a escuchar tu poema?, ¿quién soportará las duras críticas de jamás inspiraste amor?

Dime ¿cómo inspirarte amor si expiro recuerdos que despiertan mi odio y adormecen la belleza de mi sonrisa bajo este velo de lágrimas...?

sábado, 21 de septiembre de 2013

Soy sirena de papel y tú subes la marea.

Crucé las piernas arañando el suelo con el tacón, como mis uñas arañaban el marco de la puerta mientras me mordía el labio que casi había perdido por completo el color, y sólo el contorno rojo pasión diferenciaba su presencia del pálido tono de mi rostro; gesto de inquietud; dijeron unos pocos que me habían visto llorar, al borde de la histeria, agarrándome al borde de esta mierda con los dedos de los pies, sintiendo la altura , el peso del atardecer, Diciembre, el viento y su presión.

El baile de mi cabello mientras sopla el invierno escondido entre las nubes; es tarde - dice el muy idiota... y yo me pregunto: ¿cuándo es tarde?, ¿cuándo deja de ser pronto y me encuentro mirando de frente un reloj de pared?, sosteniendo entre las manos tu fotografía y el silencio se rompe con el sonido del impacto de una lágrima de alcohol sobre esa imagen; cierro los ojos y tras este profundo parpadeo me encuentro sosteniendo entre mis manos el fuego, y se consume tu sonrisa entre las llamas, dejo caer tu recuerdo en mitad de la inmensidad dónde nadie escucha mis latidos y me alejo de usted, perplejo por mi diálogo, monólogo, aparte o discurso absurdo, gesticulando como una loca, gesticulando porque ya rompí mis cuerdas...

Extiendo mis brazos, soy, el ángel vestido de blanco que pretende volar sin alas, dos orificios en mi espalda delatan el pasado... e imagina lo frustrante que resulta saber volar y no poder hacerlo.
Extiendo mis brazos, eres, la luz del horizonte que me ciega, cualquiera diría que he surgido de entre los rayos de un sol anaranjado, soy un eclipse en tus ojos, tú me miras desde atrás incrédulo y no dices nada y yo que me siento como el ángel que jamás he sido entorno mi cabeza hasta alcanzar verte, vuelvo a mirar al frente y dejo caer mi cuerpo hacia este precipicio sintiéndome la primera gota de agua de una cascada cristalina.

Jamás volvimos a saber nada de aquel sueño.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Ojos de cobre y un piano transparente.

Clavaste tu mirada en mis ojos; el universo... efímero envasado al vacío en tus pupilas de acero y estoy segura de que también sentiste el escalofrío que sentimos los enamorados al lanzar esas primeras palabras, como anotaciones a lápiz en el margen, sin mayor importancia que la que dimos a cualquier otra conversación, agitando la cucharilla en el té y repasando el carmín rojo de mis labios una y otra vez, dando color al gris oscuro que sombreaba mis palabras...
¿Qué te ocurre? - Dices - Ya no eres la misma que cuando eras TÚ.

Quizá es cierto y cambié demasiado el día que la droga dejó de hacer el efecto deseado y el alcohol seguía mareando y no aclaraba tanto como escocía en el fondo más profundo de mi interno interior.

Hablando menos, mirándonos con más odio, escaseando la indiferencia y sólo rencor e ira guardada;

¿Tú?, tú no puedes hablarme de Decencia.

A propósito dejé pasar más de cien trenes, sentada mientras mis pies colgaban desde la barandilla, balanceándome como el segundero inquieto del reloj, en el momento exacto en el que cambia por capricho u obligación de tiempo, y marca: un antes, un después y un durante a ese instante que quizá para ti es irrelevante y para mi, para él o para ese desconocido... es decisivo; cierro los ojos y tú eres recuerdo de ese preciso momento antes de dejar caer mis párpados, dejarme caer, perder el equilibrio y pasar del balanceo a precipitarme hacia el suelo, a las vías de este cielo de nubes y truenos, relámpagos, tormentas oscuras que sólo traen lluvia a mi horizonte y ves mi cuerpo, unos decían que vivo, otros que muerto... ves mi cuerpo desangrarse en mitad del andén, pero respiro y parpadeo y miro a mi alrededor y te veo, consigo verte entre la muerte y me preguntas: ¿por qué?... pero jamás encontré respuesta, jamás supe contestarte y la sangre se filtró por algún orificio minúsculo y fui piel y huesos, y recuerdos apagados, un entramado de enredaderas, de tallos de rosa espinados; rota, como el delicado mecanismo del reloj que se detiene, falla el engranaje que me mueve y estática me pierdo de mi, y no sé encontrarme.