¿Qué te ocurre? - Dices - Ya no eres la misma que cuando eras TÚ.
Quizá es cierto y cambié demasiado el día que la droga dejó de hacer el efecto deseado y el alcohol seguía mareando y no aclaraba tanto como escocía en el fondo más profundo de mi interno interior.
Hablando menos, mirándonos con más odio, escaseando la indiferencia y sólo rencor e ira guardada;
¿Tú?, tú no puedes hablarme de Decencia.
A propósito dejé pasar más de cien trenes, sentada mientras mis pies colgaban desde la barandilla, balanceándome como el segundero inquieto del reloj, en el momento exacto en el que cambia por capricho u obligación de tiempo, y marca: un antes, un después y un durante a ese instante que quizá para ti es irrelevante y para mi, para él o para ese desconocido... es decisivo; cierro los ojos y tú eres recuerdo de ese preciso momento antes de dejar caer mis párpados, dejarme caer, perder el equilibrio y pasar del balanceo a precipitarme hacia el suelo, a las vías de este cielo de nubes y truenos, relámpagos, tormentas oscuras que sólo traen lluvia a mi horizonte y ves mi cuerpo, unos decían que vivo, otros que muerto... ves mi cuerpo desangrarse en mitad del andén, pero respiro y parpadeo y miro a mi alrededor y te veo, consigo verte entre la muerte y me preguntas: ¿por qué?... pero jamás encontré respuesta, jamás supe contestarte y la sangre se filtró por algún orificio minúsculo y fui piel y huesos, y recuerdos apagados, un entramado de enredaderas, de tallos de rosa espinados; rota, como el delicado mecanismo del reloj que se detiene, falla el engranaje que me mueve y estática me pierdo de mi, y no sé encontrarme.
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