jueves, 7 de marzo de 2013

Riesgo de altura

Todo estaba a oscuras, la llama del mechero iluminó mi rostro, el cigarro se encendió, el humo ahogó tus pulmones, abrió los míos.
Tomé aliento, levanté la cabeza, la mirada, no el ánimo.
Arañé una vez más la ventana con el índice, escribí un "fin" en el vaho del cristal.
Te odio. Te admiro. No soporto cuando estás conmigo y si te vas me hundes ¿sabes?
Procura no respirar, no hablar, no pestañear, no perder detalle del momento en que mi pupila se encierre en sí misma por enfocar tu rostro con mis ojos. Mi humo, mi combustión vuelve a ahogarte.

Estática, en riesgo de altura deslizando mis pestañas entre las tuyas, estás tan cerca de mi que puedo beber de tus ideas con mi mente, escuchar tus latidos con el roce de mis dedos. Mágicos.
Guardo mil recuerdos impresos en papel de liar en mi caja torácica junto a un corazón rajado, mal cosido, mal curado, mal herido... se desbordarán mis sueños al caer dormida, la gravedad pudo conmigo; tú no.

Me harté de luchar en vano, de levantar mi cuerpo, alzar cada mañana este saco de huesos hasta el ocaso de mis fuerzas y derrumbarme de nuevo por los vientos de tus pasos.
Me has dejado en mitad del desierto más helado. Me has dado por muerta en tu memoria.
En tu memoria ya no existo, sólo existe esta escultura, esta maniquí, esta muñeca...
Aquí está esta muñeca, sin desmaquillar, sin desvestir, sin despeinar... tan callada e inmóvil como siempre; sentada en la ventana como siempre; hablándome de mi... como siempre.

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