miércoles, 3 de abril de 2013

La polaridad de los labios.

Los últimos días, dulces, amargos, fríos... salpicando mis tobillos por los pasos en los charcos, agua sucia y mis tacones mojados. El tren no se despidió; te di la espalda y mientras el mundo soñaba yo me alejaba hacia el ocaso, hacia el horizonte, sin norte ni mapas, sin ti, sin mi, sin absolutamente nada.

Estoy temblando y disimulo, no soy valiente y lo aparento, te digo "ya nada puede asustarme" y retrocedo unos pasos, te tomo de la mano y cierro los ojos. Miento. ¿Y tú?, mientes, más que yo incluso, me quieres más que a nada en este mundo y por nada darías menos que por mi.

El final del túnel era una luz blanca, ni fría ni cálida, un final alternativo a una función inacabada, lo aburrido de la pasión y lo apasionante de lo monótono, los gritos llenando el vacío del silencio, las gotas rompiendo en el fondo de mi hastío, las gotas de la lluvia... mi amor perdido en laberintos de rosales marchitos, pétalos mustios, rotos, rajados como la piel de los labios, heridos por el tiempo y en busca de saliva tratando de curarlos, tratando de ver de nuevo tu rostro en mi memoria pero ya no te recuerdo, ¿te habré olvidado?, puede; no obtuve respuestas, nadie encontró mis preguntas, no hallé solución a mis problemas, más allá de lo que tú llamabas dudas, ahora mismo son dilemas encerrados en las jaulas de los pájaros, se escapan de mi mente, sobrevuelan mi cabeza; huyen, de mi; huyen... del gélido viento de Enero que nos enfría los huesos esperando a ver en nubes lo que no ves en mis ojos, o en los tuyos si te miro, si soy yo la espectadora de este absurdo sueño, de está ensoñación en blanco, en un constante estado inanimado y estático y siento, como se detiene el tiempo, y siento como el mundo nos pone la soga al cuello y nos deja colgando del árbol más alto, la agonía de suicida inmortal; otro fallido intento, otra vuelta al papel, volver a intentar dibujar de nuevo con la punta de los dedos, con las lágrimas cayendo... arrastrando... la pintura de mis ojos, dibujando... la perpetua silueta de las ramas que desnudas han quedado del invierno en contraste con el cielo, el reflejo que en tus ojos me descubre el horizonte que he dejado a mi espalda.
Sonrío si te miro, querida, cuando miro en el espejo... sonrío si me miro, pero ya hace tiempo que no sonrío, porque hace tiempo que te miro, querida y aunque miro no te veo. 

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