sábado, 3 de agosto de 2013

Estrella magnética

Aquel momento en que mi cuerpo paso de ser acero y plomo a ser de arena y plumas, y sin peso ni pesares ni pensamientos amargos dejé que el cielo se hiciese aún más grande sobre mi cabeza despeinada y me deje empujar por el viento; caí de espaldas, de espaldas al barranco, al precipicio infinito de seda roja, de espaldas desde el trampolín más alto hacia este final lleno de agua helada, agua de lluvia... agua; de las lágrimas que caen por tu cara y se esconden en las comisuras.

Soy... una calavera agrietada por llevarme las manos a la cabeza, una jaula llena de aves negras en busca de una salida, el reloj de bolsillo parado en el minuto eterno, estancado en el mismo momento, el tiempo... camina lento y de espaldas ante mis ojos, intento alcanzarlo pero yo camino en sentido contrario sobre esta cinta mecánica y se aleja, y yo me quedo afónica y me gritas... pero... yo ya no escucho nada, estoy a metros de profundidad bajo el agua de mi bañera que se desborda y yo, te miro, te veo, burbujas escapan de mis labios mientras cierro los ojos...

Abro los ojos, un parpadeo caminando en la fina línea que separa lo efímero de lo eterno, abro los ojos y te miro, y te veo, y siento entrelazar tus dedos con mis dedos, tu mano en mi cintura; bailamos, sin saber bailar bailamos.
Te sonrío y te susurro: no te alejes de este horizonte por favor
Alzo la vista vi tu rostro.
Volviste a desaparecer entre el humo del cigarro y me pregunto ¿dónde coño estás?

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