miércoles, 1 de mayo de 2013

Tal vez te conseguiste equilibrar; yo aún no.

Nos desplaza el mundo, sube la marea y nos azota el oleaje dime... ¿puedes ver las luces?
Madrid se despertaba cuando yo me metía en su cama, ¿que cuál era su nombre?, pues no sabría qué decirte sólo vi sus ojos, sólo hable de cerca sin palabras con sus labios, sus orejas que captaron mis suspiros y su ropa fue mi piel durante aquel tiempo... escaso.
No nos importaba lo que dijesen o pensasen, no nos importaba que mirasen o escondernos.
Nos mordíamos y moríamos juntos pero sin tu "siempre" falso, el efímero sonido del reloj, el portazo, yo en tacones por tu mente y es verdad... sé que te encanta mi encantador encanto de escritora transeúnte de esta urbe de luces que brillan desde nuestro lejano horizonte; estás fumando en la ventana y yo sentada en tu azotea intentando abrir el paraíso con una ganzúa.

Ahora simplemente necesito el calor de unos labios, luchar contra el frío, el helado abrazo y el escalofrío que me tumba contra el suelo, el delicado movimiento del segundero robándome el tiempo, vida y ganas; después de todo desapareciste y sólo tengo tus cartas y las huellas de tus manos por mi espalda. Lo tuve todo, ¿qué me queda?, poco; ¿qué espero?, nada. Absolutamente nada y en Absolut mi mente nada y se ahoga, ¿y tú?; tu humo denso, el olor de tus abrazos, la textura de unos labios rajados, rotos, agrietados por las ruinas de lo que he sido, helados, unos labios de hielo; hundiéndome finjo, finjo que escucho mis latidos, las ondas de este mar sintético proceden de mi pecho, soy una actriz, interpreto mi papel y si cierro los ojos... bajo el telón, pequeño telón para escenario tan inmenso.

El tiempo es mi director, mi guión está en blanco, no hay pausa ni final para este encuentro.

Mis mares con desague, mis lluvias caen de un grifo y me sumerjo... igual que hize aquel momento.
Palidez extraordinaria y mis ojeras, no he dormido; presa del insomnio, no he podido conciliar el sueño en mi batalla contra la luna, contra las noches, contra el cristal de la ventana apoyo mi frente, alzo los ojos y veo... una ciudad que se pierde en sus propios límites, hasta donde mi vista alcanza y se hace eterna, Madrid encendida, brillando bajo esta noche enmascarada de nubes blancas y humo negro, las estrellas del cielo se han escondido; no quieren dar la cara y hoy brillan por ellas coches y edificios, combustiones como cometas, efímeras, fugaces... no sé qué estoy mirando, no se qué es lo que veo, pánico, la inmensidad y yo a solas, me da miedo la enormidad dónde nadie oye mi voz.

Inspiro, lleno mis pulmones con el aire frío de esta noche, ni mi sombra está conmigo, no hay luz que la proyecte, no es suficiente el parpadeo de la ciudad; desde este ático veo, un horizonte desenfocado... y estoy... en el edificio más alto, y sólo quiero que sepas... que sigo intentando pescar estrellas con un anzuelo oxidado.

Tal vez has pensado en renunciar. Yo aún no.

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