viernes, 18 de enero de 2013

Míranos, no bailamos tan mal.

Apareces de nuevo y en un café eres capaz de resumir todo lo que te ha ocurrido, lo que te ha traido aqui... me haces perder el tiempo escuchando tus historias; algún día me interesaron, si; pero hoy voy con las medias rotas, con los labios rojos, con los ojos negros y desde que no soy tuya me he vuelto un desastre, soy un desorden existencial haciendo puentes de naipes, cruzando las fronteras de las mentes con mi armadura de hojalata, un blindaje para esos días grises en los que la desidia empuja, me arrastra como el viento a la arena.

Fui arena y tú quisiste encerrarme en un frasco y llamarme tiempo.

Tal vez has pensado en mi, puede que más que yo en ti y mirando los círculos dibujados en el fondo de la taza, una mezcla de azúcar e impaciencia me recuerdo sumergida en el agua de la bañera, vestida aún con la ropa de aquella tarde, de pronto despierto del sopor, me hablas, y si te soy sincera mi nombre en tú boca no sonaba tan bonito, no sonaba bien del todo siendo una mezcla de "voy a decirte lo que no pienso para no decirte que de ti nunca me acuerdo" y no sé que más, no estaba prestándote atención, estaba viendo como tiraba mi vida por la borda, sin chaleco salvavidas y desaparecíamos en una puesta de sol, en un incencio sobre el mar...

Me dejaste atrás. Descosiendome la piel de los labios y enlazando las pestañas.

Puede que aún sepas dibujar sobre mi piel y te siga encantando el sonido de mis dedos tecleando nuevas historias con las que cautivar, seguirás mirando mi sombra bailar, tocar el techo con los dedos y ser transparente contra la opacidad de la pared. Extravagantes, puede.

Independientemente de todo aquello, ahora tú y yo somos seres únicos, de los que gritan al ver "que sexys son".

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