viernes, 4 de enero de 2013

Ballet para cornisas.

Corría el tiempo y a mi vera el frío del invierno colándose por la ventana, por la puerta, mal cerrada una boca, boquiabierta e impactada ante tus ojos, la nada en la inmensidad, la opacidad del cristal, las gotas de agua contra el agua... ¡déjame!. Déjame sola o ver tu rostro por última vez, la lentitud en el parpadeo, que yo solo pedía que aquí nunca nos atrapase el tiempo; y lloraba, tirada en el suelo y nadie vino a socorrerme, ¿sabes?, yo me sé de memoria la disposición de los lunares por tu cuerpo, el color de tus pestañas, los gestos insignificantes que de ti lo dicen todo...

Soy una sombra en la pared de tu habitación, un grito al oido.
No lo soy todo, pero soy más que el silencio.

Aprendí más de él escuchando tras la puerta que escuchando de sus labios los monólogos que inducían al bostezo, entrecortado por alguno de mis: "que interesante querido".
Esos desconocidos fascinantes, soñadores y escritores, yo encontré mi lugar entre ellos, entre los vasos vacíos, las muñecas dobladas mientras nos asomábamos por la ventana a mirarnos fijamente y sin fijarnos en el mundo.

Un viaje al infinito para esta pálida ante las lágrimas que caían a la pantalla del teléfono, lágrimas de colores y lágrimas de palabras provocando un cortacircuito en mis pupilas... y yo, escribiendo con este encanto eléctrico que os atrapa en mis tormentas.

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