jueves, 20 de febrero de 2014

El color de las cuerdas de un violín

Quería subir el volumen mucho, mucho más, rompiendo las barreras, la de la falsa y asquerosa inocencia, la de irme de allí sonriendo, la del sonido de mis tacones bajando las escaleras.

Quería hielo y velas, alcohol y agua, quería humo para respirar intenso, para entrar en armonía con el cielo de su techo y confundirnos con las sombras en su pared, quería derretir en tiempo en contacto con mis labios y destellos de oscuridad en este resplandor efímero...

Quería demasiadas cosas y entre ellas no estaba yo, y yo sólo le quería a él. Y eso fue el gran imposible.

Defraudados, con los ojos llenos de alfileres, así nos miramos, llenos de un vacío horrible que nos hiere con el eco de nuestras ideas, siento el grito de tus gritos cuando entran por mi oído, y se cuelan en mi pecho, y me arañas las costillas desde dentro acariciando con tus delicadas y pálidas manos mi corazón defectuoso.
Te miro y veo un ángel envuelto en llamas de colores cósmicos. Te miro y me miro y veo esa abismal diferencia, esta, mi abismal indiferencia, la que siento por la humanidad, por dar un paso más allá de la puerta de mi celda porque aquí no soy feliz pero dejé de llorar cuando aprendí que el cielo es demasiado grande para unas pupilas tan pequeñas y que no son ni los brazos ni los abrazos, ni las palabras ni los labios... que nada importa tanto pero todo rasga demasiado este vestido de sonrisas que nos cubre cada Lunes, cada Martes, cada Miércoles... cada día, cada trascurrir de los mismos sucesos, de las mismas bocas pronunciando los mismos discursos. Pero no puedo quejarme. Ni decir que no encuentro belleza alguna en mis semanas. No puedo. No, no debo, porque debo agradecer ser un títere, una marioneta y mis cuerdas son mis venas y mi corazón, aquí, manejándome los hilos; un corazón sostenido por la mano de una sociedad cruel que maneja mis deseos y pasiones, y las tuyas y las de él... un corazón sostenido por una mano que a cada segundo que pasa separa un poco más los dedos.

Quién no sabe que algún día caerá al olvido desde lo más profundo de sus recuerdos, ¿no?


No hay comentarios:

Publicar un comentario