domingo, 28 de septiembre de 2014

Ondas en el agua

Camino sobre barro y aún golpean en mi piel algunas gotas de lluvia, no he esquivado la tormenta, esta vez no. Cuando una lluvia intensa ha empañado el cielo de Madrid y hoy te he visto más gris que en blanco y negro. Me he clavado las espinas, he mirado el sol caer sobre su propio reflejo en este agua gélida, un lago que se hiela y ya sabrás de qué estoy hablando, por si aun no lo conoces me he escapado y no me volverás a ver en algún tiempo; quizá me encuentres, o eso espero, en el fondo de esa tumba, de ese oscuro precipicio que te atrapa al mirar dentro; veas el mar, la bruma, el oleaje arrastrando la espuma al golpear con las rocas, cien millones de gotas caen sobre el mismo agua y sólo tú verás sus ondas. Cómo me pierdo bosque adentro, cómo rechazo hacer los mismo equilibrios sobre el mismo horizonte y bajo un sol que me deslumbre y haga de mi piel arena.

Este ángel pálido vino a rescatarme, a acariciarme las manos, suturar mis heridas, darme aliento cuando el camino se hace largo, cuando la senda hacia la oscuridad aceche, cuando olvide hasta mi nombre y desconozca a esos viejos conocidos. Sé que él estará conmigo cuando dude y cuando arriesgue, cuando gane, cuando lo haya perdido todo... cuando mis manos sólo sean capaces de sostener el aire. 

Cuando el mármol que hace que quiebre la gota sea cartón que se deshace con la lluvia.
Cuando la curva sea pico, cuando la seda desgarre.
Cuando la esperanza se desvanezca como el brillo en la pupila.

La sangre fluya por venas artificiales, cuando puedas acariciar mi sangre, sentir el frío calor de un suspiro, cuando no queden palabras ni silencios...

Cuando me encuentren al final de mi camino.

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