sábado, 21 de febrero de 2015

Primavera

Ella dejó de sentirse frágil y delicada, desenvolviéndose de su ropa: su vestido y sus medias altas de lana cayeron al suelo sutilmente, sintió el vacío que sientes cuando te desnudas, indefensa, mirando todas las cicatrices que no se ven, pero se siente su dolor y su agonía. Observó el agua gélida de la piscina, en una tarde de Febrero con el cielo en llamas anaranjadas y grises, el sol y luna se transparentaban, no se dejaban ver del todo, ella tampoco los miraba. Decidida a saltar, romper la calma del agua en reposo, la tranquilidad de la casa, la armonía. Dispuesta a sumergirse bajo millones de gotas, dispuesta a evaporarse, formar parte del cosmos, de los libros, de las hojas de otoño y del frío...

Su piel blanca cayó la primera, cubierta de hojas picudas marrones, ella se sintió otoño, se cosieron las cortezas de los árboles al rededor de su corazón de plomo. Desteñía el maquillaje de sus ojos.

Parecía que lloraba, pero no, porque ella no sentía; dejo de respirar durante un tiempo porque hasta el aire estaba hecho de mentiras, y ellas envenenan sus tejidos, sus pulmones pesarían como acero, no podría soportarlo porque ella está hecha de hueso, de un hueso frágil irrompible, capaz de soportar ver el dolor ajeno, capaz de resistir las lágrimas cayendo, incapaz de retirarse antes de perderlo todo e ilusa en ocasiones.

Capaz de ver la guerra, no puede permanecer estática.
Nunca comprenderían porqué lo hizo,
porqué lo dejó todo,
para ser nada,
para ser indestructible
pero frágil al mismo tiempo.

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