miércoles, 4 de mayo de 2016

505

He dejado el gas y la ventana abiertos, con intenciones de drogar esta ciudad que camina cabizbaja sin interés por encontrar los labios desde los que se exhalan las nubes, con la mirada inmersa en una pantalla, aleccionando títeres, alienando mentes...

Tú, sin embargo, cubres tus ojos con los párpados y haces de la autopista un pentagrama sobre el que descansar  mi espalda, por ti no le tendría miedo a nada, sentir la velocidad de los coches a cada lado de mi cuerpo mientras suena tu música en mi cabeza, no le tengo miedo a nada... Tus palabras, con vistas a las montañas, dejan un campo de lavanda amplio meciéndose con el viento hacia los lados, puedo ver el mar desde tu recuerdo, figurar tu pecho apoyado en mi espalda mientras me atas a las cuerdas de tu guitarra y conviertes mi sonido a palacios derrumbándose en belleza, hacerme pasar de ruinas a monumentos en una ciudad en la que la soledad degrada mis colores y hace de mi un arco en escala de grises con el iris bañado en lluvia sin sol de fondo. Tú haces brillar el agua en los charcos, eres la tormenta sobre el océano, la vida brotando desde el fondo de la sensación de muerte cuando inhalo alcoholes para evitar pensar, eres el placer de las drogas de colores, dilatas mis pupilas cuando apareces en mi mente y me dejas ver más que palabras, escuchar los sonidos que se ocultan en las canciones... 

Te miro y veo fuego entre glaciares, incapaz de ser multitud, posees un encanto único y original, una estela en forma de huellas sobre la arena, pero no te sientas frustrado porque muchos de ellos nunca verán lo que yo veo, incapaces de reproducir mis palabras, la forma en la que te miraría admirando cada esquina de tu cuerpo, cada vértice que sale de tu arquitectura, propio en ser punto de apoyo para mi centro de gravedad, posaría mis ideas sobre las tuyas, leer en braille lo que tu piel dice, no dejar espacio para el humo entre tú y yo, no dejar que la música se detenga, que la luz irrumpa por la ventana, ser una sombra en tu pared, un reflejo en el cristal de tus cuadros, un espacio ocupado al otro lado de tu cama...

Quiero encender el mapa de nuestras venas, hacerlo brillar como neón azulado, enlazar nuestras estructuras y hacer que se fundan todas las bombillas del bloque. Dejar Madrid a oscuras para ser luz y sonido, música, viento, para mecer la lavanda de los campos frente a las montañas, para que cuando levanten la mirada vean que las nubes son humo blanco que exhalas y que el cielo sale de tus labios.

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