viernes, 4 de julio de 2014

Celda de algodón

Comenzó siendo un verano nublado y ella llenó un poco más el mundo de ese color gris con el humo de sus cigarros, sentada en la cornisa de la ventana, dándole la espalda a la ciudad, sonrío y río cada vez más, carcajada tras carcajada, calada tras calada, enciendes los globos terráqueos con luces de neón y la habitación reluce como el final de la sala donde bailas cada jueves al anochecer, estelas de colores y el humo, ensordecedor ambiente, con un millón de cadáveres saltando y yo bailando lento...

Las escaleras de la única salida de emergencia del mundo, luces blancas cada nueve peldaños, "no sé a dónde lleva esto", pero sabes que me encantaría averiguarlo; él me mira con miedo por si vuelvo a salir corriendo y lanza sus armas al suelo. El cuero negro de su chaqueta y mis tacones de charol cayeron sobre la misma baldosa, de aquello sólo quedan las sombras en las paredes y los reflejos en los marcos de los cuadros.

Huí una vez más en un desesperado intento de alcanzar el sol en la luna de mi coche.

Pero nunca es suficiente. La velocidad; el viento sólo mueve el cabello y acabo tumbada entre diamantes y pétalos de rosas, moradas y rojas. Papiroflexia con las sábanas.

Usando arena blanca para asfaltar mi camino; yo, descalza entre cristales, conozco el sabor de tus besos y cómo duelen tus heridas. Conozco el efecto de tener tus cuerdas en mi cuello y la diferencia entre que me veas y estar en todos tus puntos de mira.

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