Un escalofrío, un temblor, una sensación de ahogo sin oxígeno a la vista por un químico capaz de concentrar mis recuerdos en una pastilla y botellas vacías quedan rotas en el suelo, sangre en la camisa, sangre en mi sonrisa y sangre en la cornisa de este octavo sin vistas nítidas; corre desde mi muñeca, y caminando por el alfeizar cae gota a gota. No veo el final de la calle pero si el final de la ciudad, cuelgan mis piernas y no dejo de lanzar papeles en llamas desde esta ventana.
Miro hacia atrás, cojo impulso; esto es un ciclo antes de acabar conmigo misma. Me dejo llevar. Me dejo atraer por ti y ese humo denso que baila con nosotros, por el ruido y el color, la luz tenue y el destello.
Nadie puede más que tú, atravesar mi cuerpo con una flecha, y hacerme acariciar mi muñeca con el filo de esas tijeras negras; sonrío. No necesito caer ni desangrar mi cuerpo. No necesito drogar mi mente o intoxicar mi boca.
Si tú poco a poco me vas matando y aunque preferiría morir en tus manos que saltar al vacío - pero no será así.
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