viernes, 30 de mayo de 2014

Alas de pétalos arden en su espalda

No queda licor, en el final de la botella sólo hay un vacío que no llena mi vacío y mientras tanto lleno ese hueco con el humo del cigarro cuando lo exhalo y veo cómo en un instante rebosa de humo blanco, vidrios de colores, vidrieras en las ventanas y acaba de salir el sol a dar un paseo antes de que anochezca con esos tonos anaranjados y rojos vivos que me matan los labios. Suena la misma canción lenta en el tocadiscos, nadie más escucha mis gritos mudos, con los ojos inundados miro cómo brillan las joyas esparcidas por el cielo, desordeno mis ideas y me dirijo a pasos lentos hacia la salida, arrastrando mis finos y altos tacones negros, acariciando la falda de mi vestido de terciopelo...

Los zapatos en la mano, calle abajo, los coches a gran velocidad son estelas de luces rojas y blancas que empujan la velocidad hacia mi, salgo de este laberinto de jaulas de ladrillos, abandono el frío y húmedo asfalto para pisar fina y suave arena de playa, dejo caer los tacones en la arena, arranco todas mis joyas, las dejo caer, me deshago de las cadenas que atrapan mi esqueleto y corriendo salto desde este acantilado vestida con mi camisón blanco, distingo la caída como un desvanecimiento lento mientras suena aquella canción una y otra vez, siento cómo la gravedad me abraza, escucho cómo las olas engullen las rocas, golpean entre ellas, bruma y espuma blancas me atrapan.

Días después de desaparecer de tus medios de comunicación encuentras mi cuerpo sobre la cama, oculta bajo el humo del cigarro, como una manta cubre mi cuerpo, como una nube de tormenta cubre un horizonte sereno en el que se distingue el sol tenue y triste, como una ostra plateada.

No queda licor en las botellas.

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