sábado, 10 de mayo de 2014

Se va el poético invierno.

Mis gritos, envasados al vacío, reventaron al fin. En un silencio desolador bajo tu atenta mirada; hablo con tu sombra hoy, sólo miro al suelo y únicamente encuentro pasos de turistas que han perdido el norte, turistas en mi camino, se cruzan conmigo, golpean mis hombros y pronuncian mi nombre, pero acabaran volviendo a sus orígenes o encontrando sus destinos mientras yo, mirando hacia mis propios pasos sólo camino, y camino en espiral o extiendo mis brazos en cruz y comienzo a rotar sobre ese eje imaginario que mece mis sueños y que mueve mis ideas, en el último piso, de la última azotea el borde más precipitado a ese vacío que se llena con el agua de la lluvia... y yo bailando y sonriendo con los ojos entreabiertos y las uñas arañándome los labios.

Tristemente empezábamos los días, desolados por la tragedia, con la piel de rostro agrietada y los ojos vidriosos, esa situación inmersa en un vaso de lágrimas o en una bañera mientras ella se pregunta si cortar o no sus venas y teñir de rojo el agua... y lo decide. Acariciarse con cuchillas arrancadas, esa fina linea que delimita su muñeca es una pulsera más que la recuerda quién es y todo lo que ha pasado. Entonces mira como la sangre va brotando, goteando y cayendo; y siente paz consigo misma, una paz incomprensible para quién no sea ella, siente como fluyen sus ideas, esas, que permanecían estancadas. Se sumerge en su bañera sin fondo, sale el poco aire que la queda dentro por su nariz como cinco o seis burbujas y allí está, cayendo sin cesar con ella misma hasta que toca el fondo, con sus pies y se posa y permanece estática mirando a su alrededor. Está en la arena de un fondo marino. El sol destella tras el techo de agua. El miedo y la oscuridad se apoderan de ella. La tormenta se acerca y un brazo la rescata agarrando su muñeca, pero ella no se despierta, como ya te dije antes, el miedo y la oscuridad se apoderan de ella.

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